Todo Un Hombre

By Alfredo Garcia

Published on Aug 29, 2013

Gay

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Todo un hombre.

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Alfredo Garcia

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Este relato es una posible continuacion de otro titulado "Todo sobre gatos", el cual se puede leer, junto con otros mios en la seccion de autores prolificos de nifty.

Aquella fue la última vez que Alberto estuvo en el rancho. Un mes después su padre decidió trasladar la sede de sus negocios a New York. La madre estuvo de acuerdo, quería que Alberto se alejarse de Juan, pues por casualidad oyó parte de una conversación telefónica entre Alberto y Juan, y quedo horrorizada de aquella relación homosexual e incestuosa fuera tan profunda. Queria iniciar una nueva vida, y alejar a su hijo de aquel hombre. Alberto era todavía un niño y podía olvidar todo lo sucedido. Pasaron cinco años y Alberto no lo olvido del todo, pero en una nueva ciudad, con un nuevo idioma, otras costumbres, otros amigos,? aquellos sucesos en el rancho, quedaron encerrados en una parte secreta de su memoria. Ahora tenia 18 años, era ya un hombre, con un cuerpo fuerte y atlético. Centro de atención de muchas chicas, y en aquel su primer año de universidad, había comenzado a salir con una chica, que aunque era de su edad en algunos aspectos le recordaba a la pequeña Sonia. Sin embargo en algunas ocasiones, volvían a su memoria los recuerdos de sus ultimas visitas al rancho. Ahora él conducía un coche que habían tomado en el aeropuerto de Guadalajara, con sus padres y su hermana, y estaban a punto de llegar al rancho. Habian vuelto al funeral de su abuelo, el cual había muerto repentinamente. Alberto estaba deseando ver a su amigo Juanito, por otra parte le daba una vergüenza infinita ver a Juan, al fin y al cabo ahora ya no era un niño sino todo un hombre. Sus sentimientos eran contradictorios. Le gustaría a Juan, ahora que su cuerpo era ya el de un hombre? En el rancho en aquellos cinco años apenas había cambiado nada. Excepto Juanito, que ya era también un hombre, fuerte y alto como su padre, y Sonia que era una mujer joven y de radiante belleza.

Al dia siguiente de la llegada, justo después del funeral del abuelo, los dos antiguos amantes se cruzan casualmente, en un pasillo, Juan lo abrazo con fuerza por detrás, Alberto intento resistirse, Juan musito palabras en su oído, mientras mordisqueo su cuello, y froto contra sus nalgas su pene erecto. Alguien se acercaba y tubieron que separarse.

En el mismo pasillo y sin haber concertado ninguna cita, se buscaron los amantes, a media noche, cuando todo el mundo dormia. Allí mismo, aplastado contra la pared, Alberto fue penetrado sin prácticamente ningún preliminar. Durante solo unos pocos segundos Juan lo lubrico con su lengua. La pasión que se encendió entre los dos antiguos amantes no admitía ninguna espera. Al principió Alberto apenas podía soportar el dolor, había pasado mucho tiempo desde la última vez. Pero no le importaba el dolor, casi prefería que fuera así, necesitaba que Juan le castigara por haber estado separado de él tanto tiempo. Una y otra vez las brutales envestidas de Juan le aplastaban contra la pared, produciendo un ruido periódico, en sintonía con los gemidos apenas contenidos de ambos. Los pezones de Alberto retorcidos, su cuello rojo y mojado de los besos-dentelladas. Pararon solo unos instantes cuando Alberto volvió su cara buscando los labios de su amante. Beso profundo, en los que labios y lenguas se entrelazaban con fuerza y pasión, como si ambos quisieran comerse mutuamente. Bebiendose su saliva. Cuando reanudaron los movimientos del coito. Alberto ya no sentía dolor, sino un placer tan intenso, que le producía escalofríos, ahora su cuerpo se movía buscando el intimo contacto, de las entradas y salidas del sexo de su amante. Su cuerpo ya no era el cuerpo de un pequeño adolescente, era el cuerpo joven y fuerte de un hombre. Juan noto la diferencia, el cuerpo tierno, suave y casi femenino del adolescente, se había convertido en un cuerpo musculoso y flexible con su propia vida y movimiento, que ya no se dejaba dominar tan fácilmente. Esto le excito aun mas, necesitaba imponer su fuerza, hacerle ver que su cuerpo le pertenecía, que le dominaba y que podía hacer con él lo que quisiera. Finalmente Alberto se abandono a la fuerza de su amante, y entrego en su mano, su abundante esperma. Luego le hizo lamer su mano, y finalmente cuando lo compartían con sus bocas, Juan se corrió apretándole fuerte con el cuerpo completamente quieto, solo su pene se movía lanzando entrecortadamente su semen en las entrañas de su amante. Allí se quedaron quietos, bañados en sudor y semen, recobrando la respiración y el ritmo de sus corazones. Ambos ajenos a que la madre de Alberto los había observado en la penumbra, excitada y conmovida por aquella escena de amor tan apasionada y hermosa. Se retiro silenciosa comprendiendo que no tenía derecho a separar a los amantes. Como madre hace tiempo que sabia como era su hijo y lo que necesitaba, y ahora también comprendía a su antiguo amante, y no podía por menos de envidiarlos a ambos, sin embargo aun le quedaba una carta para intentar parar aquello, Alberto ya no era un niño, le confesaría que Juan era su padre. Al día siguiente por la mañana temprano llegaron Juanito y Sonia de Guadalajara, donde ahora estaban estudiando, tenían una semana de vacaciones con motivo de la Pascua. Los dos habían cambiado un montón, Juanito al que ahora ya todos llamaban Juan, se había convertido en todo un hombre, y Sonia en una precisa mujercita. Los amigos se saludaron contentos de volverse a encontrar después de cinco años. Juan y Alberto se fueron al rio como cuando eran niños. Por el camino se contaron sus vidas, Juan que ya tenía 20 años estaba estudiando la carrera de Ingeniero Agrónomo, y había tenido ya un par de novias. Le hizo todo tipo de confidencias sobre cómo les hacía el amor a las chicas. Alberto sin embargo apenas había tenido algunas pequeñas y un poco frustrantes experiencias con alguna compañera de estudios. Se bañaron desnudos en el rio como en los viejos tiempos, y como entonces también tomaron el sol desnudos encima de las grandes piedras planas. Los dos admiraron mutuamente sus jóvenes y hermosos cuerpos. En un momento dado se miraron, ambos tenían los penes erectos, y a la vez estallaron en carcajadas. Juan se acerco a su amigo, y comenzó a acariciar su cuerpo, se abrazaron, gozosos de sentir sus pieles desnudas y cálidas, las manos investigaron, superficies, ángulos, recodos, concavidades y convexidades. Las piernas y brazos entrelazados, los penes frotándose paralelos, los labios recorriendo los cuellos. Alberto busco los labios de su amigo, y cuando las lenguas se tocaron, los dos se corrieron a la vez. Esta vez no fueron a limpiarse al rio, sus lenguas tomaron el licor aun caliente, derramado sobre sus pieles. Todo fue natural, y hermoso. Luego vinieron las confidencias. "Recuerdas una vez en el desván que intente metértela por el culo y no me dejaste Creo que en aquella ocasión dejamos algo a medias y que lo tenemos que acabar" confeso Juan. "No es doloroso, solo un poco molesto al principio, yo se la he metido en el culo varias veces a mi novia, y le ha gustado, seguro que a ti también te gustara". Alberto, le confesó que también le gustaría, pero no se atrevió a decirle que ya no era virgen, al menos por detrás. No le podía confesar la relaciones que había tenido con su padre. Por la tarde después de comer, se quedaron charlando los dos jóvenes, junto a Sonia y Laura, Laura ya tenía 24 años y se había casado hacia unos meses con un abogado norteamericano quince años mayor que ella. Pero que no había podido acompañarla a Méjico. Los cuatro bebieron y hablaron animadamente, eran mayores y seguros de sí mismos. Estaban quizás ya un poco borrachos, cuando Laura propuso a Sonia acompañarla a su cuarto, para enseñarle las fotografías de su boda. Los amigos se miraron sonriendo, unos minutos más tarde, estaban en el desván, encima del cuarto de Laura, mirando por la rendija. Las chicas se besaban de pies, con un beso delicado e interminable , que encendió al los jóvenes amigos.

"El pasado se repite", comento Juan al oído de su amigo, mientras comenzaba a desnudarlo. "Si, pero mejorándolo", le contesto sonriendo Alberto, mientras él también comenzó a desbrochar los botones de su camisa. Es fácil imaginar, lo que hicieron los jóvenes amigos. No hace falta añadir nada a la belleza natural entre aquellos dos jóvenes hermosos y apasionados. Por fin Juan disfruto de la calidez del interior de su querido amigo, Alberto se entrego sin reservas. Gozaron durante más de dos horas de todo lo que el sexo puede dar. No sabían que el padre de Juan, los había seguido, y que detrás de la puerta oía sus gemidos de amor. Entonces no pudo, no podía intervenir, y por primera vez en su vida, aquel hombre tan fuerte y poderoso, lloro de rabia e impotencia. Ya por la noche los cuatro jóvenes se fueron a cenar y a bailar a una población cercana. En el baile las chicas coquetearon con las chicos, y así a media noche Alberto se encontró besando a Sonia en medio de una pista de baile, mientras sonaba una canción lenta y melancólica, no lejos de ellos Laura y Juan parecían imitarlos. Ninguno sabia que los cuatro eran hermanos incestuosos. Se hizo muy tarde para volver y decidieron pasar el resto de la noche en un pequeño hotel de carretera. Aquella noche Alberto hizo por primera vez el amor con una chica. Admiro la suavidad de la piel de la chica, y la dulzura de sus ojos cuando la penetro, resulto ser virgen y completamente inexperta. Alberto se quedo un poco desconcertado, sintiéndose tan fuerte y masculino, mientras hacía el amor a Sonia, con fuerza, casi con rabia, a la vez que por su cabeza pasaban imágenes de la noche anterior con Juan padre.

Al día siguiente Alberto estaba hecho un verdadero lio, no sabía que pensar. Estaba en el centro de un triangulo, en cuyos vértices estaban Juan padre, Juan hijo y Sonia. Sonia podía ser su futura mujer y madre de sus hijos. Juan era su amigo del alma, se comprendían perfectamente y podrían vivir juntos y felices toda la vida. Juan padre era la fuerza del amor imposible, que como un vendaval barría todas las barreras de su alma, y lo llevaba a las cimas más altas de la pasión. ¿Qué hacer? Para acabar de complicar las cosas, su madre le llamo para hablar con él. Alberto imagino que su madre sabia de su relación con Juan. Pensó que le iba a montar una escena, pero no le hablo de eso. Le conto que Juan era su padre, que había esperado a decírselo a que fuera mayor de edad, también le dijo que Juan lo sabía. Alberto se quedo anonadado. Y ahora ¿qué hacer? Se fue solo a pasear por el rio y poder ordenar sus pensamientos. Vio a Juan sentado mirando las aguas del rio, cerca de la cabaña del primer encuentro. Pensó que Juan estaba triste, porque seguramente sabía que había estado con Juan hijo. También pensó echarle en cara que no le hubiera confesado que era su hijo. Pero el hecho de que fuera su padre no disminuía su pasión amorosa por él, sino que por alguna extraña razón todavía la fortalecía mas. Lo observo desde lejos. Intento imaginar en qué pensaba. Se acercó lentamente, ya muy cerca el volvió su cara. Tenía los ojos rojos, como de haber llorado. No le hablo, simplemente lo miro, sus ojos reflejaban una tristeza insondable, luego volvió de nuevo su mirada hacia el rio. Alberto apoyo una mano en su hombro y se sentó a su lado. Por un momento los dos permanecieron en silencio viendo correr las aguas verdosas del rio. "Se que eres mi padre" Juan continuo en silencio. "Por favor háblame, no te puedo ver así" "Estoy muy contento de que seas mi padre, y eso hace que aun te quiera mas" Juan entonces volvió su cara, pero seguía serio y sin hablar. Entonces Alberto acaricio su mejilla, y luego lentamente le beso en los labios. Estaban fríos, Alberto sintió muchísimo haberle hecho daño. El siempre pensó que Juan, era muy fuerte y ahora lo veía hundido, desprotegido e indefenso, como un niño necesitado de afecto. "Ven conmigo" le dijo cogiéndole de la mano, "Vamos a nuestra cabaña". Ya dentro de la cabaña, Alberto lo abrazo por detrás, ya era tan alto como él. Ahora él era el hombre y Juan era el niño. Beso su cuello, mientras sus manos acariciaban su pecho debajo de la camisa, y cuando pellizco sus pequeños pezones erectos, Juan emitió un gemido ronco. Le desabrocho los pantalones. El hombre dócilmente se dejo desnudar. Alberto acaricio su cuerpo con infinita ternura, tal como él le había hecho hacia cinco años. Lo hecho boca abajo sobre el sofá. Insinuó sus dedos en su ano. Mas gemidos. "Cariño, te quiero y te voy hacer feliz". "Se lo que en este momento necesitas, y te lo voy a dar, no te de vergüenza, soy tu hijo y te quiero". Su lengua lamio el ano, introdujo un dedo , luego dos. Los gemidos de Juan parecía casi los sollozos de un niño. Jugó un rato con sus dedos, luego coloco su pene en la entrada, y apretó con fuerza. "No" grito el hombre, pero no hizo nada por evitarlo. "Si, tu sabes bien que al final te gustara", y Alberto empujo con más fuerza. Y la punta abrió el esfínter. Luego poco a poco todo entro hasta el final. Alberto se detuvo, todo estaba inmóvil, fuera se oía el correr del rio, y el viento moviendo las hojas de los arboles. Pero allí dentro de aquella miserable cabaña, un hombre estaba dentro de otro hombre. Y su sexo latía en su interior, y sus latidos se sincronizaban, y el hombre penetrado tenía una erección monstruosa, y ya no le dolía. Y por primera vez en su vida se sintió realmente querido, realmente deseado. El, el mas hombre de todos los hombres, el más macho, el que de un puñetazo tumbaba a los terneros. Allí estaba entregado, sometido, y feliz de estar así. "Hazme el amor, pero antes bésame", y Alberto le beso, y le hizo el amor, con todas sus ganas, con todas sus fuerzas, con todo su amor, una y mil veces, dentro, fuera, dentro, fuera, alternando la violencia con la ternura. Los dos hombres se derramaron a la vez, y su grito se fundió en uno solo y bajo por el rio, y cruzo el bosque y subió por la montaña.

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