Viaje De Egresados

By The Walrus

Published on Aug 17, 2017

Gay

Es la tercera vez que suena el despertador. Normalmente me despierto a la primera vez que suena, pero hoy no tengo ganas. No es que tenga sueño, sino que el día tan temido finalmente ha llegado.

La culpa es de Catalina, mi mejor amiga. No tenía absolutamente ninguna intención de ir al viaje de egresados. ¿Para qué? Con la mayor parte de mis compañeros de secundaria tengo una relación que va desde el rechazo hasta la más absoluta indiferencia. No tiene ningún sentido compartir con ellos un viaje que supone será un recuerdo imborrable de nuestro paso por el colegio.

Miro el techo en busca de una respuesta, de una escapatoria. Como de costumbre, no me dice nada. Quizá todo sería más fácil si por lo menos no fuera Julián también uno de mis compañeros de viaje. Con un poco de suerte, está con gastroenteritis y no puede salir de casa. La esperanza es lo último que se pierde, dicen, pero una cosa es la esperanza y otra un milagro. Ser optimista es necesario, esperar milagros es de tontos.

Me encantaría quedarme esta semana en casa. Hace frío en Buenos Aires, como es normal en pleno Agosto, pero aún así me parece preferible a pasar este tiempo con Julián y sus secuaces más obsecuentes. Todo esto gracias al terrorismo emocional de Catalina. Qué cómo no iba a ir, qué ella quería tener como recuerdo ese viaje conmigo en él, qué no era lo mismo sin mí. De todos modos, la culpa no es del cerdo sino del que le da de comer. Podría haberme negado, pero no lo hice, y ahora lamento profundamente no haberlo hecho.

  • Víctor, ¿estás despierto? Apurate o vamos a llegar tarde. Pensé que ya te habías duchado.

  • Ya voy, mami.

Lo sé, a los diecisiete años la mayoría de la gente no llama mami a su madre, pero así lo siento yo. Siempre he estado muy unido a ella. Siempre hemos sido nosotros dos contra todo lo que se nos cruzara, sobre todo desde que mi padre nos abandonara cuando yo tenía tres años. De él no recuerdo absolutamente nada, y supongo que es mejor así. Catalina me preguntó alguna vez si me gustaría volver a encontrarme con él, y su pregunta me pareció tan irreal que me quedé balbuceando. Pero no, de ningún modo. No veo en qué podría beneficiarme conocer a mi padre, e incluso lo vería como una traición a mi madre. En cualquier caso, bastantes problemas tengo ya como para pensar en los eventuales.

Decido ponerme en marcha. Salto de la cama, me doy una ducha rápida y voy a la cocina donde mi madre me preparó el desayuno. Afortunadamente ayer dejé preparada mi maleta con todo lo necesario para el viaje, así que puedo desayunar tranquilo.

  • ¿Estás listo, hijo? Voy arrancando el coche así salimos no llegamos tarde.

Si un defecto tiene mi madre es su ansiedad. No dejes para más tarde lo que puedas hacer ahora parece ser su lema. Normalmente lo sabe gestionar aceptablemente, pero cuando hay un viaje de por medio, su ansiedad se dispara. Apuesto que terminaremos llegando con media hora de antelación.

En efecto así es. Aún no hay nadie esperando frente al colegio, así que decidimos quedarnos un rato en el coche para hacer tiempo.

  • ¿Trajiste abrigo, no?

  • No, mami, voy desnudo.

  • ¡Uy! ¡Hoy sí que estás de buen humor, hijo!

Ignoro su comento y miro el colegio. Algunos de mis compañeros han comenzado a llegar, acompañados de sus padres. Pese a ser temprano en la mañana, rápidamente se genera el bullicio propio de un grupo de adolescentes.

Rápidamente constato que el milagro no ha tenido lugar. Julián es de los primeros en llegar. Se baja del coche de sus padres y les hace gestos para que sigan de largo. Que sus padres lo acompañen sería la muerte social para un imbécil como él.

  • ¿Vamos yendo, hijo?

Le respondo negativamente con la cabeza. Aún no he visto a Catalina, y no pienso acercarme a Julián si ella no está cerca. Mi madre parece percibir mi nerviosismo.

  • Vas a ver que lo vas a pasar bien. ¡Seguro que conocés gente nueva!. Yo conocí a tu padre en el viaje de egresados.

  • Ahora sí que me quedo tranquilo.

Mi madre suspira. Reconozco que hoy estoy insufrible.

  • Probablemente no haya sido un ejemplo afortunado. En ese momento, me enamoré de tu padre, y creo que siempre estaré enamorada de la persona que era en ese momento. Lamentablemente luego la gente cambia...

  • ¡Y se convierten en auténticos hijos de puta! Fijate que tengo suerte, algunos de mis compañeros ya lo son. No necesito esperar a que se conviertan en nada.

Mi madre sonríe. Seré insufrible, pero le encanta mi sarcasmo. Dice que le recuerda a su padre, con el que ella tenía una relación difícil, pero siempre cariñosa. Lamentablemente falleció hace 6 meses de manera repentina, y aún ni mi madre ni yo estamos del todo recuperados de ello.

En ese momento veo que llega Catalina y el autobús que nos llevará hasta Bariloche, el destino de nuestro viaje de egresados. Miro a mi madre, nos bajamos del coche y vamos al encuentro de Catalina. Nos saludamos con un abrazo interminable. ¡Qué gran amiga es! Su sonrisa me levanta el ánimo inmediatamente.

Hablamos unos minutos con mi madre y los padres de Catalina, que son tan encantadores como mi amiga. No sé si será porque creen que este es un hito importante en nuestras vidas o qué, pero rápidamente comienzan a contar anécdotas de cuando éramos pequeños. Tanto Catalina como yo ponemos los ojos en blanco. Las habrán contado miles de veces, pero aún se siguen riendo como la primera vez. A veces no estoy seguro qué significa ser adulto.

  • ¡Suban todos que ya nos vamos!

Es la voz del monitor del viaje, uno de nuestros profesores que fue elegido para acompañarnos, y vigilarnos, en el viaje. Nos despedimos de nuestros padres y subimos al bus. Catalina ve dos asientos juntos libres hacia la mitad del autobús y nos sentamos. Para mi desgracia, me doy cuenta que Julián está sentado en uno de los asientos del otro lado del pasillo.

  • ¡Yo me cambio a otro asíento! Este maricón me va a meter mano cuando me quede dormido.

La frase de Julián es acompañada por las risas de sus secuaces. Se levanta de su asiento y se va a sentar más atrás en el autobús. Catalina me pone una mano en la pierna para tranquilizarme, pero se necesita bastante más que eso para enervarme. Con el tiempo he aprendido a soportar mejor este tipo de agresiones. No obstante, siempre me he arrepentido de haberme enamorado como loco de Julián el año pasado. Mentira, de eso no me puedo arrepentir porque no lo hubiera podido controlar. Lo que sí lamento es habérselo dicho. Desde entonces, no pierde ocasión de llamarme maricón frente a todos mis compañeros.

No es que sea mentira. Soy gay, y aunque me llevó un tiempo aceptarme, hoy sé que las personas importantes como mi madre y Catalina me quieren tal como soy. Lamentablemente, algunos creen que puede ser un motivo de insulto y de marginación. Por eso quiero estar lo más lejos posible de Julián y sus compinches.

Me reafirmo, este viaje será una pesadilla.

Next: Chapter 2


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