Viaje De Egresados

By The Walrus

Published on Aug 30, 2017

Gay

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¡Gracias!


Aún no salgo de mi sorpresa. Luego de bajar del autobús, fui inmediatamente al baño porque necesitaba cubrir ciertas necesidades básicas. Luego de lavarme las manos escrupulosamente, ya que soy algo obsesivo en cuanto a la limpieza en general y más en lo que hace a la higiene personal, volví al lobby del hotel y veo a mis compañeros haciendo fila en parejas delante del mostrador de recepción. Le pregunté a uno de mis amigos más cercanos, Agustín, qué pasaba, y me dijo que ya se habían asignado las habitaciones, y que él la iba a compartir con Javier, su mejor amigo. Me dirigí entonces a Ernesto para preguntarle con quién me tocaría compartir habitación.

  • García, por fin aparecés. Vas a compartir habitación con Víctor Minetti.

No me lo puedo creer. De todas las posibilidades que había, me toca con Víctor. Es cierto que muchas veces había fantaseado con tener algo más de intimidad con él, pero estaba decidido a enterrar lo que sea que estuviera sintiendo, dejar pasar rápidamente este viaje, y proseguir con mi vida como era hasta ahora, totalmente normal.

  • ¿Me escuchas García? Parece que aún siguieras dormido.

  • Sí... sí, claro, profesor.

El profesor se dirige a otro grupo de alumnos que parecen tener más preguntas, no sin antes mirarme arqueando las cejas como preguntándose qué bicho me habría picado. En este momento, siento que me tocan el hombro.

  • ¿Nos ponemos en la fila así nos dan la habitación de una vez?

  • Cla... claro, Víctor.

Tengo que comenzar a controlar mis balbuceos, o todos se van a enterar de mi atracción por Víctor, empezando por él mismo. Nos ubicamos en la fila. Lamentablemente, somos prácticamente los últimos, así que tardaremos un rato antes de que nos den las llaves.

Ernesto carraspea hasta conseguir nuestra atención. En lo sucesivo debería cambiar de método, o cuando acabe este viaje se va a quedar sin garganta.

  • Hoy tenemos planeada la excursión al bosque de arrayanes. Saldremos en una hora y media, así que por favor acomódense en sus habitaciones, dúchense y estén preparados a esa hora porque nos vendrán a recoger.

Algunas de mis compañeras consideran este tiempo exiguo, a juzgar por los gestos de hastío que no se preocupan en ocultar. Es sorprendente cómo les gusta ir maquilladas aunque sea a una excursión en un bosque. También es cierto que las fotos del viaje de egresados son de esas que perduran, y uno no quiere salir mal en fotos que luego serná rememoradas por los siglos de los siglos. Los amigos de mi padre aún se burlan de una foto de su viaje de egresadso en la que aparece dormido babeándose su chaqueta. Yo mismo no puedo evitar sonreirme cuando la veo. Él les ríe la gracia, aunque se nota claramente que preferiría que esa foto de hubiese perdido en un incendio.

Mientras estamos en la fila, Víctor sigue hablando con Catalina, como si yo no existiera. Intento entretenerme con otras cosas, observando al resto de mis compañeros. Me pregunto si Agustín me entendería si le hablo sobre Víctor y lo que creo que siento por él. Como muchos amigos varones, nunca hemos sido de hablar de nuestros problemas personales, así que no es algo que me surja naturalmente. Tampoco estoy seguro sobre sí Agustín podría entenderme, o al menos aceptarme. Siempre ha sido uno de los que más le ha reído las gracias a Julián cuando se burlaba de Víctor. De todas maneras, no puedo culparlo, yo mismo aún tengo problemas en aceptarlo. Sinceramente, espero que sea algo pasajero, pero ya van varios meses que me siento así.

  • Te tendremos que comprar calzoncillos de lata, así no te viola.

Es Julián quien dice la frase a un volumen lo suficientemente alto como para que lo escuche Víctor. Hugo, su compinche número uno con quien al parecer compartirá habitación, se ríe a carcajadas. No es alguien con el que uno se quiera pelear, a menos que busque una muerta rápida. Hugo es una montaña de músculos y no siempre usa sus poderes para hacer el bien. De hecho, rara vez los utiliza a tal efecto, no en vano es conocido como el matón del curso. Lo cierot es que todo lo que tiene de músculos le falta de cerebro, por lo que acostumbra a ser simplemente un ladero de Julián.

  • Dejate de hinchar Julián, estoy cansado.

  • Uh... ¿te contagiaste sólo con hacer la fila con este mariquita?

Esta vez no le respondo, sino que lo fulmino con la mirada. Julián sabe que si llegamos a las manos, él seguramente se llevaría la peor parte. Eso, claro está, a menos que intervenga Hugo. En ese caso, las cosas podrían resultar mucho peor para mí.

Afortunadamente, Julián nos deja en paz y se va rumbo a su habitación. Víctor me mira de manera algo interrogativa, como si mi reacción con Julián le hubiera sorprendido. En cualquier caso, rápidamente reemprende la conversación con Catalina.

Finalmente llega nuestro turno. La recepcionista parece contenta de haberse deshecho de todos mis compañeros, y nos mira con una sonrisa.

  • Como ustedes parecen buenos chicos, les voy a dar la mejor habitación de todas, que tiene camas más grande y además una ventana enorme con vistas al lago.

Le agradecemos con una sonrisa, tomamos las llaves y subimos al ascensor para subir al sexto piso donde está nuestra habitación. Realmente es más de lo que me esperaba, con dos camas de plaza y media, una cerca de la ventana y la otra a unos metros separada por una mesita de luz.

Víctor deja su maleta en el suelo y se sube rápidamente a la cama que da a la ventana para apreciar la vista. Yo hago lo mismo, y compruebo que en efecto hemos tenido suerte con la habitación. La vista sobre el lago Nahuel Huapí es verdaderamente impresionante. Luego giro mi cabeza y veo la cara de Víctor con una expresión de ilusión que no le había visto nunca, como si fuera un niño con un juguete nuevo.

  • Realmente muy lindo.

Digo sin saber realmente si me refiero a la vista o a Víctor. No puedo evitar sonrojarme, lo cual me incomoda porque de alguna manera delata el doble sentido de mi frase.

  • Sí. Bariloche me encanta. Ojalá algún día pueda vivir aquí.

  • Seguro que podrás. Los sueños están para cumplirse.

¿Es posible que haya dicho semejante cursilería? Si ya estaba sonrojado, esto no hace mucho por mejorar la situación. Rápido, dí algo para salir de esta situación.

  • Si querés quedate vos en esta cama, yo agarro la otra.

Víctor, que hasta ahora sólo miraba por la ventana, gira su cabeza y me mira con sus ojos empañados. Parece a punto de llorar cuando me agradece y me abraza. Inicialmente no sé cómo responder al abrazo, no me lo esperaba, pero finalmente acierto a darle unas palmadas en la espalda. Inmediatamente se separa y balbucea.

  • Lo siento. No quiero que pienses que... Bueno, ya me entendés. Gracias por dejarme esta cama.

Sí, te entiendo, pienso. No querés que piense que aprovechaste la ocasión para darme un abrazo y de paso tocarme. Sólo lo hiciste por estar contento, como una reacción espontánea, pero no querés tocarme. No tenés ni idea cuánto me apena, en este momento no hay nada que yo desee más en este mundo.


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