Mi Vida Ecuestre

By Hugo Dan

Published on Oct 29, 2021

Gay

Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.

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Mi vida ecuestre

Capítulo 12

Cada tres meses se hacían exámenes médicos. Esos eran más detallados que los semanales, ahí nos llevaban a todos los ponys de carrera a la construcción  donde estaba el consultorio. Nos hacían ponernos en fila y pararnos en posición de descanso, con los pies separados y manos en la espalda. Unos hombres en bata y guantes de látex nos tocaban por todos lados, pinchaban nuestros músculos y median nuestros niveles de grasa. Obtenían muestras de sangre y nos pedían masturbarnos para proporcionar una muestra de semen. Imaginen ver a 8 hombres como nosotros jalandonos la verga frente a unos médicos que nos analizaban como ratas de laboratorio. Para ese entonces ya estaba acostumbrado a la desnudez, y sentir placer frente a extraños no era incómodo, gruñí avisando estaba por venirme y el médico mandó a un esclavo estar listo para tomar mi muestra, el muchacho delgado casi escuálido se hincó a centímetros de mi pene y colocó el recipiente enfrente, no pudo evitar que salpicara un poco con la fuerza con la que me corrí, cayéndole unas gotas cerca del labio. El chico se sorprendió y pude observar como tímidamente sacó su lengua para limpiarse. "Eso es lefa de pony élite, niño", pensé para mí, "Es un privilegio".

Al día siguiente se obtenían los resultados de los exámenes, los cuales de ninguna manera nosotros podíamos ver, si acaso algo andaba mal no nos decían. Me pidieron sentarme en la mesa de exploración, el médico a cargo leía información  en su tabla mientras Edward permanecía de pie en un rincón.

"Procederé a ponerle las inyecciones", dijo preparando la jeringa.

"Pongame la más fuerte", dije. Los dos hombres quedaron callados, ¿Me habían escuchado hablar? Un pony no tenía permitido hacerlo sin permiso, pero fue un momento tan inesperado y lo que había salido de mi boca no tenía precedente.

"¿Que dices?", Preguntó Edward, mi mirada estaba perdida, viendo al frente sin hacer contacto visual con ninguno de los dos, pero sabía que él cuidador estaba preparando su mano en la macana por si acaso tenía otro arranque.

"La droga… denme lo mejor que tengan… quiero ser el mejor", dije eso último sin titubear. El médico sonrió y miró al cuidador. 

"Determinado el pony…", dijo, y quizás esa fue una de las pocas veces, sino que la única en que un 'hombre libre' tomó en cuenta la petición de un esclavo. El médico me dió la inyección, dijo que era una terapia de testosterona, tres veces más fuerte que la normal dada a los ponys, después agarrando mi pene en su palma, insertó la otra aguja, "Esto es para que no pierdas la virilidad… esta es la inyección que se le da a los sementales", y por último, me indicó me levantara para apoyarme con mis codos en la mesa, de esa manera me empiné dándole las nalgas, que dándome una fuerte nalgada después me inyectó una tercera dosis, que era para reforzar mi sistema inmune.

Salí contento del lugar, de regreso a mi área donde me puse a entrenar como nunca. Con mis nuevas dosis, mi cuerpo fue cambiando notablemente, no obtuve un cuerpo inflado como los que se ven en competencias extremas, mi cuerpo era fibrado, músculos marcados en mi silueta bien definida. Mis compañeros no pudieron evitar notarlo y me acariciaban cada que pasaban a un lado mío. Quien le tocaba ducharse conmigo, me ayudaba a limpiar mi cuerpo sin siquiera pedirlo, y lo mejor de todo, empecé a tener la atención de Llamarada, que con recelo noté que me miraba en muchas ocasiones.

Durante las siguientes semanas mi resultado fue mejorando, pasando ese último lugar a ir mejorando y quedar entre los tres primeros siempre. Ya no me tocaba recibir la verga de todos, al contrario, yo podía escoger, y con esa terapia de testosterona, mi verga estaba casi siempre dura, podía cogerme mínimo tres ponys por noche. En una ocasión, Deimos, uno de los gemelos tuvo que empujarme por lo duro que le estaba dando, "¡Me lastimas!", protestó, pero yo lo volteé con mi fuerza y se la deje ir hasta el fondo, entonces su hermano intervino. Debo confesar que fui tornándome engreído, y no era para más, tenía un cuerpo envidiable, la gente que acudía a las carreras comenzaba a reconocerme y gritar por mi, estaba entre los primeros lugares… pero nunca el primero, eso me frustró, e hizo me fuera poniendo agresivo.

Semana a semana, mi estrategia era más a la ofensiva, otros ponys caían rodando en el suelo dejándolos en desventaja haciendo que la dinámica de rotación estuviera en peligro. Algunos quisieron acercarse a mí para hablar sobre eso, pero mi actitud era totalmente distinta a como empecé. "¡Váyanse al diablo todos! ¡Mediocres! Si no pueden ser mejores… ¡asuman las consecuencias!"

Ahora sé que las cosas se estaban saliendo de control con mi actitud porque Llamarada se acercó a mí, en ese entonces lo vi como un desafío. "No tienes porque ser un desgraciado", me dijo, pocas veces se le escucha hablar y siempre andaba con su porte altanero, merecedor de todo.

"¿Porque no? ¿Porque sabes que te puedo quitar el primer lugar? ¿Ser el favorito? ¡¿Por el que todos aclaman?!"

"No sabes de lo que estás hablando,  estás siendo un hijo de puta". La discusión se extendió y pudo pasar a mayores siendo que empujé a Llamarada contra una pared, aun sabiendo que el hombre me rebasaba por una cabeza de estatura, no le tuve miedo. Si no fuera porque los demás intervinieron que la cosa no pasó a mayores.

Quisiera decir que estaba enfocado en ser el mejor, pero ahora también sé que era un capricho, me invadía más la frustración que el sueño de ser el mejor, y no fue hasta pasados seis meses que logré ganar el primer lugar. Grité y alcé mis brazos flexionandolos mostrando mis puños a la audiencia que vitoreaban con fuerza, unos gritaban de emoción mientras otros de enojo por haber perdido la apuesta. Volteé a ver a mis compañeros, en ellos se veía la cara de desilusión, Llamarada caminaba con la cabeza en alto y su cuerpo cubierto en polvo por haber rodado después de meterle el pie. No había sido trampa, recuerda que todo estaba permitido.

Después fui llevado al lugar de regaderas, donde dos esclavos me dieron un baño, luego me dieron un masaje y cubrieron mi cuerpo de crema humectante y loción. ¡Vaya vida del primer lugar! Por eso Llamarada había luchado tanto por mantenerlo. También me dieron comida, ya no era un platón como estaba acostumbrado sino que era un platillo fino,  lo disfruté como no había disfrutado una comida hasta entonces. 

La ceremonia se llevaba a cabo en un jardín privado a un costado de la mansión, a la distancia lograba ver un toldo blanco enorme, donde después vi se llevaba a cabo todo, había mesas con canapés y postres, esclavos sirviendo tragos vestidos con su pequeño trapo usando un moño en el cuello y muñequeras blancas con mancuernillas y los invitados todos vestidos elegantemente, sin duda todos tenían mucho dinero.

Entonces un capataz me guió,  no al jardín donde se llevaba a cabo la ceremonia, sino al punto de partida donde empezaría mi entrada triunfal, "Los corceles, ¡traigan a los corceles!", gritó. De pronto llegaron galopando lentamente, seis 'corceles' en dos filas de tres. Avanzaban levantando sus rodillas hasta la cintura, como marchando exageradamente, sus cuerpos eran esbeltos y tonificados, todos eran blancos, sus crines estilizadas perfectamente con sus tonos de rubio, en sus bocas llevaban una mordaza de cuero que rodeaba sus cabezas a modo de rienda, en sus frentes una banda les rodeaba la sien con una enorme pluma blanca como adorno, tal cual caballo circense. Pero lo que llamó mi atención fue la cola, una extensión de cabello estilizada que igualaba el tono de su cabello saliendo justo de entre sus nalgas, ¿como era que las soste…? Entonces lo reconocí, entre los seis corceles estaba él. "¡Luis!", exclamé queriendo acercarme, ek me miró sorprendido pero permaneció en fila, el capataz inmediatamente golpeó detrás de mí muslo con una fusta, hacía tiempo que no sentía ese dolor que me ardió e hizo que volviera a mi lugar.

La entrada fue así, los corceles marchaban por un sendero que daba al toldo donde estaban los invitados, avanzaban sincronizados y me pregunté cuánto entrenamiento y castigos habrían requerido para llegar a tal sincronía. Mientras yo caminaba atrás con el capataz cerciorándose yo avanzara.

Si el sentimiento de ser aplaudido y reconocido en la pista era embriagador, imagina cómo me sentí de pie en medio de todos los invitados, de pronto me vi rodeado de hombres y mujeres, todos vestidos elegantemente mientras yo permanecía de pie en posición de descanso completamente desnudo. Los hombres que en su mayoría eran mayores, unos canosos, otros viejos, otros gordos y algunos cubriendo todas esas categorías sostenían una copa mientras con la otra mano no se detenían a tocarme, acariciaban mis músculos mientras me felicitaban y me decían lo mucho que habían ganado gracias a mi, yo con gusto flexionaba mis biceps para que tocaran mis brazos y hombros. Tenia la indicación de no hablar, no emitir ni una palabra sino tendría un castigo, y me asombraba en silencio las cantidades que se manejaban en las carreras, dinero que no me imaginaba como se vería puesto sobre una mesa. Otros llegaban mirándome con desdén, sabía que habían perdido mucho, pero terminaron acariciando mis muslos y glúteos susurrando que a la próxima apostarían por mi, eso hizo que se dibujara una pequeña sonrisa en mis labios más de una vez.

Pero también había mujeres, y no pienses que eran tímidas, las mayores eran las más desinhibidas, me admiraban riendo entre ellas, y no susurraban con sus amigas al referirse a mi cuerpo o mi miembro,  unas me agarraban y lo sostenían en sus suaves manos haciéndome crecer, si, de pronto ya estaba erecto frente al grupo de mujeres, y aunque no todas eran atractivas, llevaba mucho tiempo si ver una chica, y mucho más sin sentir el roce de su mano.

Entonces una de las chicas más hermosas esa noche se paró frente a mí. Su cabello era castaño claro, sus ojos color miel, piel tersa, labios rosas, cuerpo delgado y voluptuoso donde debía ser, se notaba joven, demasiado joven como para la pareja que traía, un hombre mayor se paró a un lado y la rodeó con su fofo brazo por la cintura. "¿Te gusta este pony amor?", le dijo el hombre, como si yo me tratara de alguna joya en un aparador, la chica me miró, mi verga estaba dura tan solo de verla, de percibir su aroma dulce, ella inclinó su cabeza hacia un lado pensando, como si se tratara de una decisión importante, y asintió, "¿Más que el otro?... ¿segura?... Podemos esperar".

"No, él está bien", dijo con voz tímida.

"De acuerdo, hablaré con el señor Pierce sobre el precio".

¡¿Qué?! ¿De que estaba hablando? ¿Precio? ¿Como si fuera un coche con letrero de 'se vende'? No pude evitar sonreír y alzar mi ceja, 'idiota', pensé, como si el señor Pierce me dejara ir tan fácil después de ser su mejor corredor, ya había escuchado lo que le hacía ganar a los presentes, seguro él se quedaba con una tajada.

Conforme pasaba la velada, los ánimos iban en aumento, uno que otro invitado intentaba pasarse de listo pero para eso estaba el capataz detrás de mí, aunque el señor Pierce les daba muchas libertades, no le gustaba que su propiedad se dañara de algún modo. Vi cómo el capataz tajantemente les negaba darme un sorbo de alcohol o algún bocado de pastel. 

"No se les permite a los ponys comer eso", dijo, "Si gusta le podemos proporcionar un bocadillo de pastel de zanahoria o plátano sin azúcar para que le dé de comer al pony…". Algunos aceptaban, les daba un sentimiento de placer y dominación tener a un hombre comiendo de su mano, ya con la práctica, en otras ocasiones hacía estremecer a las damas lamiendo lentamente sus manos.

Sabía que esa noche tendría que acudir a la habitación del señor Pierce, y estaba listo, el sentimiento de ser el mejor compensaba recibir su verga en el culo, la satisfacción de ser el número uno duraba más de lo que me duraría el dolor en mi hoyo. Pero no fue así, no inmediatamente. Cuando los invitados se dispersaron, ya fuera en el jardín o que se retiraron del evento, el capataz me llevó a otro lugar, era una habitación pequeña, brillante y sobria, sacó unos accesorios que los fue colocando en mi cabeza, una serie de tiras de cuero que perfectamente se ajustaban en mis ojos y boca.

En mis ojos obstruyendo mi vista periférica, dejándome solo ver hacia el frente, pero después colocando otra tira que permitía únicamente viera hacia abajo por una delgada ranura. Y en mi boca una mordaza de cuero. Después me ajustó un cinturón el cual estaba atado a dos cinturones en cada uno de mis muslos. Por último, aseguró mis muñecas detrás de mí espalda, para después hacerme pasar a una habitación contigua.

De pronto no podía ver nada salvo lo que la pequeña ranura me dejaba ver, que era el suelo. "¿Esta lista?"

"Si", dijo la voz tímida. 

"Voy a guiar al pony en posición, usted toma las riendas y me dice cuando quiere que empiece, usted va a determinar el ritmo, si algo no está bien, si no se siente agusto, me dice"

"¿Usted estará aquí?", se notaba nerviosa.

"Tengo que estar… por su seguridad… ¿prefiere que su esposo esté presente?"

"¡No!", dijo de inmediato.

Entonces el capataz me guió, mis piernas toparon con algo, una mesa, sentí movimiento sobre ella, luego sentí la mano áspera del capataz estimulando mi pene, no tardo en ponerme duro, las inyecciones me habían hecho vulnerable a cualquier estímulo. Enseguida, agarrando mi verga la colocó horizontal, sentí en el glande una calidez y humedad que hace mucho no sentía. "Tome las riendas", sentí como las tiras de cuero unidas a mi cinturón fueron tensadas, la voz femenina las tenía en las manos, entonces sentí que las jalaron, haciéndome adentrarme, era la inconfundible calidez de una vagina, a pesar de no poder ver cerré los ojos, sin protestar me comencé a mover provocando los gemidos de la mujer que agarró fuerte las riendas para no dejarme sacar la verga y que la embestida fuera suave. No podía tocarla, por mis manos atadas, no podía verla más que por una pequeña ranura, pero lo que lograba percibir era excitante, era joven, sentí sus muslos abiertos, lo apretado de su concha. Habían mencionado a un esposo, pobre del hombre, debía tener un miembro pequeño que no se había amoldado todavía a la mujer, ese sería mi trabajo. Me moví tanto como las riendas me dejaron hasta provocarle un orgasmo a la mujer, que inmedianamente que escuché su gritos de placer y sentir como la mesa se movía por sus espasmos me vine, la chica debió sentir mi leche caliente inundandola porque dando un giro de sus muñecas en las riendas me acercó lo más que pudo a ella.

Fue una sensación que no sabía extrañaba, y mucho, yo quería más, pero el capataz me retiró del lugar. 

"¿Qué fue eso?", pregunté intrigado,  pero el capataz me vio a los ojos sin contestar mientras retiraba mis restricciones, "¿Nos dejan coger con mujeres?" Pregunté con una sonrisa.

El capataz tenía una mirada inexpresiva, no iba a contestarme. ¿Acaso sería el premio por ser el primer lugar? Por eso era que Llamarada luchaba por él con tanto recelo.

Entonces fui guiado a la mansión, donde no fue en el amplio estudio cubierto de libros sino en una sala de estar, entré por una puerta de madera y vislumbré los sofás donde varios invitados disfrutaban de la velada, pero no estaban acompañados de sus esposas, con las que había visto a muchos del brazo durante la ceremonia, en cambio, sobre los regazos de algunos estaban los jóvenes corceles quienes recibían las caricias y magreos de los hombres maduros y fofos. 

El capataz me llevó al potro de madera que estaba posicionado estratégicamente al centro de la sala, ya sabía lo que iba a ocurrir, más no esperaba fuera entre tantas personas, el capataz presionó una macana en mi espalda lo cual me hizo inclinarme, entonces aseguró mis tobillos y mis muñecas.

"Su atención por favor", habló el señor Pierce al tintinear un vaso de cristal, "Hoy fue una gran noche para mi viejo amigo Esteban", los dos hombres estaban frente a mi, no lograba ver bien por la postura pero uno tenía el brazo sobre el hombro del otro que era el mismo hombre con la esposa joven y bella que se acercaron a mi en la ceremonia "Hoy este pony no solo le dió una gran ganancia, sino que le dio el premio ¡'grande'!", todos rieron alzando sus tragos, "El pony tuvo su monta hoy", todos exclamaron 'oooh', "por eso, ¡que hoy le tocaran a Esteban Los honores! Es lo más justo", gritaron y aplaudieron haciendo retumbar el lugar.

Quise creer que era algún tipo de juego entre hombres ricos para los que el dinero les da la sensación de que todo es posible. Cuando Esteban caminó detrás de mí y escuché el tintineo de su hebilla deduje que era parte de alguna fantasía de venganza, le causaba morbo saberse "cornudo", y su fetiche era una especie de venganza pública al follarse a quien se folló a su esposa.

Sentí su verga golpear mi raja y restregarse en mi culo, después el hombre de nombre Esteban lamió sus dedos y mojó mi hoyo, se tomó un momento para ponerse un condón, respiré hondo, sabía lo que venía después, respiré por la boca y relajé mis músculos, sentí el dolor de la penetración, pero ya sabía sobrellevarlo, el hombre me cogió con fuerza, 'su fuerza', sentía su flacidez golpear mi cuerpo macizo para después desplomarse sobre mí. Un hombre mediocre dando una follada mediocre, no me extrañaba que su esposa estaba de acuerdo en recibir una verga dura y potente como la mía. Tuve un sentimiento de satisfacción a pesar de la situación, seguí atado al potro mientras la fiesta seguía, logré ver a Luis otra vez, estaba sentado sobre las piernas de un gordo a un costado mío, el hombre lo acariciaba mientras Luis sonreía, sabía que esa sonrisa era falsa, no podría estar disfrutando eso, no por lo que ocurrió después. El gordo metió los dedos en la boca de Luis para que este los mojara, después metiendo mano entre sus piernas llegó hasta el culo de Luis a quien le quitó el 'plug' y bruscamente comenzó a dedear, yo conocía los gemidos de Luis, yo lo había penetrado muchas veces, sabía como gemía de placer, y él no lo estaba disfrutando. El hombre se abalanzó sobre el muchacho, lamiendo el pecho pálido, mordisqueando sus pequeños pezones. ¡Maldito! Forcejee con mis grilletes, quería levantarme y golpearlo, entonces sentí unas manos en mis nalgas, me acariciaron la redondez y con sus pulgares descubría mi hoyo. Quise voltear pero no me dejaba la postura, fue entonces que reconocí su voz, "¿Creíste que te librarias de mí esta noche?", dijo el señor Pierce desde atrás. El hombre colocó su verga en mi entrada que entró sin problema, mi culo ya estaba dilatado por su amigo, no pude evitar gemir, su verga si era grande y gruesa como la de los ponys. Deduje había tomado su droga porque duró una eternidad en correrse y él si lo hizo dentro de mí, talves era el celo de ser el único hombre libre en venirse en su ganado, como una forma de 'marca', que no dejó a su amigo hacerlo, quizás pudiera ser que no le gustaba la sensación de ser el segundo en venirse con leche ya rellenando mis entrañas.

La fiesta duró horas mientras yo permanecía atado al potro, mis extremidades estaban entumidas y el sueño me había ganado. No se que hora sería, pero se sentía la frescura del amanecer cuando un esclavo me liberó.  Me dijo debía ir al área élite,  así lo hice, sabía el camino no necesitaba que nadie me guiará. Apenas entré al área cercada, mis compañeros estaban despertando iniciando sus actividades. Los miré desafiante, había un nuevo número uno, y las cosas cambiarían sin duda.

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