Mi Vida Ecuestre

By Hugo Dan

Published on Oct 21, 2021

Gay

Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.

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Mi vida ecuestre

Capítulo 6

La visita duró una semana aproximadamente, en la cual por las mañanas trabajaba a la par con Tango, llevando piedras desde el arroyo hasta la casa, adicional a eso, el señor Benjamín se hizo de unos contenedores de agua que hizo llenaramos con agua del río ya que la casa estaba tan alejada de cualquier ciudad o pueblo que no había ni un servicio básico. En lugar de cargar contenedores sobre el vagón, Jorge el capataz unió unos gruesos palos de madera a nuestro arnés, los cuales llevábamos sobre nuestros hombros para cargar cubetas con agua. La tarea era igual de dura que jalar la carreta, no sabría decir cual prefería.

Por las tardes era mi entrenamiento, donde Jorge el capataz no se cansaba de darle consejos al señor Benjamín, no solo corría o cargaba vigas de madera, me hicieron dar vueltas al corral dando saltos, haciendo sentadillas, cargando todo tipo de objetos pesados alzandolos lo más arriba que pudiera con mis brazos mientras avanzaba haciendo desplantes. Me empujaban a seguir, y si alguna vez protestaba me daban con la vara de madera. En una ocasión, Jorge le pidió el mando al señor Benjamín, este me hizo caminar alzando mis piernas cada que avanzaba, dando pequeños pasos y alzar mi pierna flexionando la rodilla hasta la altura de mi cintura, esto requería un esfuerzo mayor, mis músculos ardían y que pegara con la vara en mi muslo no lo hacía más fácil. 

La primera noche que dormí junto a Tango en el establo cada quien estuvo en su lado, yo moría de cansancio al haber empujado el vagón por primera vez y volví a 'apagarme' por completo. La segunda noche, mientras estaba acostado sobre la paja, sentí la presencia de Tango un poco más cerca de mí, su cuerpo irradiaba calor, quizás por estar expuesto todo el día al sol mientras ejercitamos nuestros músculos con trabajo forzado, esa tarde durante el baño, Rodri no le había dado atención a su trozo, el joven esclavo tenía la encomienda de hacer su labor lo más rápido posible y regresar a la casa a servir al capataz. "Lo siento Tango…", dijo el chico, "Quizás por hoy te puedas aguantar…". El hombre bufó con decepción, el creía que mientras estuviera al cuidado personalizado de Rodri al menos tendría la descarga diaria que él requería a comparación que en el rancho del señor Pierce del que tanto hablaban que el grupo grande de percherones avanzan bajo una ducha como en línea de ensamblaje.

Ahí el porqué Tango fue acercándose lentamente hacia mí, sabía de antemano mi postura en cuanto al sexo con hombres, y aún así la calentura le ganó. De pronto, su amplio pecho se pegó a mi espalda, sentí su calor esparcirse en todo mi cuerpo mientras su piel se pegaba a la mía, su mano se posó en mi cintura y su trozo babeante descansó en mi raja. Quise voltear pero no me lo permitió sujetándome firmemente más no tratando de dominarme, giré solamente mi cabeza para mirarlo, entre la penumbra de la noche solo sentí su aliento chocar con mi cara. "No…", dije, pero él no se retiro, "Yo no soy marica", le dije arrepintiendome de inmediato de mi elección de palabras.

"Yo tampoco", dijo con una risita, "Pero entre percherones nos ayudamos…", dijo después. "Todos pensamos como tú en algún momento… pero aguantarse las ganas es imposible, es lo único humano que queda de nosotros… puedes elegir una vida en castidad, pero tarde o temprano caerás al deseo… lo acepté cuando supe que no volvería a tocar a una mujer en mi vida… puede ser frustrante, pero cuando te dejas llevar, descubrirás que no era tan malo como pensabas…"

Me quedé quieto un momento analizando sus palabras, sabía de dónde venían y las entendía, eso era lo que no me gustaba, entenderlo, darle sentido, ¡Pero estaba mal! ¡Que nos orillen a esto! Y no es que piense que la homosexualidad es mala, ¡No! Pero por mi cabeza nunca había pasado la posibilidad, o tan siquiera la duda.

"Dame la oportunidad de mostrarte… no te preocupes, no haré nada que te pueda doler…", entonces Tango movió su mano acariciando mi dorso, sus dedos hicieron que me estremeciera. Bajó hacia mis piernas y tomando firmemente mi muslo, lentamente lo alzó lo suficiente para deslizar su dura verga en medio. Después soltó mi muslo haciendo que lo aprisionara entre la suavidad de mi piel y la firmeza de mis músculos. El hombre comenzó a mover su pelvis, como si me estuviera cogiendo, pero no era más que una pantomima. Pasó su otro brazo por debajo de mi cabeza para descansarla en su bicep, flexionando después para poner su mano sobre mi pecho, su otra mano fue acariciándome la pierna hasta llegar a mi abdomen y dejándola ahí para detenerme y poder tener un mejor manejo de mi cuerpo. Sentir su cuerpo pegado al mío no fue incómodo, su calidez se transmitía fusionándose con la mía, sentía su respiración en mi cuello, sus jadeos metiéndome en mi oído haciendo que me excitara junto con él. 

Su verga se movía entre mis muslos haciendo fricción, sentía como palpitaba y las gotas de pre semen como telaraña pegadas a mi piel. Lo dejé, cerré los ojos y me dejé llevar, hacía tiempo que no tenía contacto con alguien, no solo durante mi captura, pero desde hace tiempo no tenía novia, mi única actividad se limitaba a masturbarme. Sentí un extraño placer al estar cubierto por los músculos de Tango, por un momento me sentía fuera de ahí, ese era mi espacio, ajeno al trabajo forzado y el entrenamiento exhaustivo, me sentía protegido. De pronto yo mismo empecé a mover mi cuerpo, la mano de Tango bajó lentamente hasta tomar mi verga que también ya estaba dura. Nuestro movimiento sincronizado se unió al rítmico jadeo de los dos, que un momento más tarde llegó el clímax, mi pene erupcionó con un fuerte chorro de leche, al igual que Tango que después de su primer disparo al heno, escurrió un segundo y tercero sobre mi pierna. "No fue tan malo, ¿verdad?", y después simplemente se volteó a dormir.

El día siguiente no mencioné nada, trabajamos duro como era costumbre y a la tarde tuve mi entrenamiento. Nuevamente nos encerraron en el establo, yo seguía estando amarrado al collar en mi cuello, mientras Tango era libre de andar con su collar con chip. No quise mencionar nada, solo me recosté, pensé que tal vez Tango entendió que no me había gustado lo que hicimos la noche anterior y había decidido dejarlo por la paz pero enseguida escuché su cuerpo moverse entre la paja. Relajé mis piernas dejando entrar la dura verga de Tango, lo dejé envolverme sus brazos y moverse para masajear su verga, esa vez lo hizo con un poco más de ritmo y fuerza, me agarré a sus fuertes brazos mientras jadeaba, en sí yo no estaba recibiendo ningún tipo de estímulo sexual, y aún asi lo estaba disfrutando, mi verga estaba igual de dura que el día anterior.

Lo mismo ocurrió el día siguiente, un ritual que no requería preámbulo, con cada día que pasaba, la pasión se encendía más y más, las fuertes manos del hombre recorrían mi cuerpo el cual hacía que me estremeciera y me retorciera aprisionado en sus fuertes brazos. Entonces Tango agarro su verga y la guió a mi culo, sentí la presión de la cabeza gruesa en mi entrada, protesté y tomé firmemente su cadera deteniéndolo, "N-no…", dije entre jadeos, "Me va a doler…".

"No te preocupes…", dijo en un susurro directo a mi oreja, "Solo voy a masajear un poco tu culito…", y asi fue, tomando su dura verga, la movía tentando mi hoyo, fue una sensación rara, pero excitante, a la vez de miedo por el estigma del acto y el dolor, "Estas bien… no duele… ¿verdad?", me preguntó mientras seguía, yo asentí con la cabeza a pesar de estar en medio de la oscuridad, concordando con que la sensación no era mala, fui girando mi cara hacia él mientras su gruesa cabeza exploraba detrás de mí, su aliento chocó con el mío, así como sentía el calor de su cuerpo, sentí la calidez de sus labios cerca de los míos, y no se si él los pegó primero o fui yo, pero de pronto estábamos inmerso en un pasional beso, lo que sí recuerdo fue que su lengua invadió mi boca masajeando la mía, sus labios cubriendo mi boca con lujuria para después venirnos juntos, él en la puerta a mi culo y yo bajo el estímulo de mi mano.

Para el cuarto día no fue necesario nada para empezar, al estar completamente solos en el establo nos giramos para estar de frente uno del otro y sucumbimos al deseo de besarnos, entre el magreo conocí más su cuerpo, su anchura, su firmeza, sus zonas más erógenas, sus cosquillas y el igual las mías, comenzaba a entender perfectamente lo que decía sobre la convivencia y que tal vez no volvería a tocar a una mujer, una gran parte de mi se negaba a creerlo del todo.

Tango se giró sobre mí, metiendo su rodilla en medio de mis piernas, sin resistencia las separé, entonces el se puso en medio y nuevamente guió su pene a mi culo, esa vez estando sobre mí, llevó sus dedos a su boca y llenándolos de saliva los llevó a mi culo, gemí por la sensación, sus dedos giraban alrededor de mi estrecha entrada, buscando la manera de adentrarse en la angosta cueva. Una vez más lo detuve, no me sentía listo para dar ese paso, yo era un hombre heterosexual, jamás había pensado en tener algo metido en el culo, ni de alguna novia ni tan siquiera de otro hombre. Pude haberle dicho que primero me dejara hacerlo yo, estoy seguro él habría aceptado, pero que mala jugada le hubiera hecho si después de cogerlo yo me hubiera negado a darle el culo.

Los dos siguientes días fueron similares, los besos, la brusquedad en medio de las caricias, su cuerpo sobre el mío, nuestras vergas duras rosándose entre ellas y el calor de nuestro abdomen haciéndonos venir a chorros.

El último día, el señor Benjamín salió del lugar, le tomaría todo el dia ir a comprar algo para la cena de despedida, a pesar de que Jorge le decía que no era necesario y que la hospitalidad había sido suficiente, este dibujó una sonrisa al tener el mando del lugar. Sentí nostalgia, los visitantes se marcharian al día siguiente y mis noches con Tango terminarían. Después de la comida, Jorge envió a Rodri a bañar a Tango y Cerbero, no fue extraño, pero sí fuera de rutina, todavía faltaba mi sesión de entrenamiento y me tocaría ir al arroyo solo, o eso creí.

El capataz me llevó al corral, ese rodeado de una valla de madera con el poste al centro donde amarraban mi collar a una cuerda, pero no fue así. Jorge cargaba con nuevos artilugios, como no había manera de negarme o protestar, no pregunté, cada vez que lo hacía me correspondían una serie de golpes con la vara. Entonces el capataz tomó unas esposas y me esposó al poste, después hincándose en el suelo coloco unos grilletes en mis tobillos los cuales estaban unidos a un palo de madera haciendo que mis piernas estuvieran separadas imposibilitandome a caminar. Eso sí me pareció extraño, ¿Que clase de entrenamiento tendría?

"Muy bien potrito, hoy no habrá entrenamiento, más bien, esto será una despedida", dijo el hombre dando vueltas alrededor mío, "Que lastima que tu dueño no haya querido estrenarte… espero te hayas divertido con el percheron…"

"¿De que habla?", no me gustaba nada lo que decía, "Suélteme… ¡Déjeme ir!", dije moviendo bruscamente mis manos esposadas. 

"Eso no impide que pueda tener una probada", dijo acariciando mi espalda baja para después meter su dedo índice entre mis nalgas y restregar su dedo bruscamente en mi culo.

"¡Aah!", me quejé con dolor, "¡No haga eso!"

"¡Vaya vaya!", dijo con una sonrisa, "El percheron no te ha dejado tan abierto".

"¡Esta loco! ¡no! ¡Nadie me ha abierto nada!", exclamé con enojo, entonces Jorge se restregó a mi por detrás. 

"¿Quieres decir que todavía eres virgen?", dijo presionando su cuerpo al mío. 

"S-si…", y entonces me di cuenta del error, "Por favor… no lo haga… no… por favor… no…", comencé a decir, pero Jorge se retiró de detrás para buscar algo, giré para poder ver pero fue inútil, entonces el capataz apareció poniéndome una bola dentro de la boca, el hijo de puta me amordazó amarrando la cosa a mi cabeza, respiré agitadamente al escuchar la hebilla de su cinturón, "Muy bien potrito… ahora sabrás lo que es ser estrenado por un capataz", luego sentí como se acercó a mi ejerciendo presión entre mis nalgas, sentí su verga abriéndose paso entre mis glúteos para comenzar a presionar mi entrada, quise gritar pero era silenciado por la mordaza, entonces sentí el dolor más grande que había sentido en toda mi vida, sentí que me partía en dos, fue un dolor tanto físico como emocional, me aferré al poste sin poder hacer nada, nada más que intentar gritar, enseguida comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos, el hombre estaba entretenido metiéndome su verga, que si bien Rodri tenía razón y no era grande, fue la que me desvirgó, y fue doloroso. Aunque intenté pensar en otra cosa fue imposible, el hombre gemía y disfrutaba de violarme, tanto que no tardo en terminar, y si, lo hizo dentro de mí. El capataz me dejó ahí atado y se retiró, al poco tiempo llegó Rodri, lo había enviado por mí. 

Caminé hacia el establo, no se me permitió ir al arroyo, tendría que pasar la noche así. En cuanto llegué me recibió Tango y me eché a llorar, este me sostuvo en sus brazos y nos sentamos en el heno, no había necesidad de decir qué había ocurrido, Tango lo sabía, "Todo va a estar bien, ya pasó ", me dijo.

"¿Cómo va a estar bien?", dije, "¡No! ¡Nada está bien!" Y me eché a llorar de nuevo, el hombre me sostenía en sus fuertes brazos, entonces quise acercarme al balde de agua, tomé un poco con mi mano y limpié mi cara, después tomé más y la esparcí en mi pecho, me sentía usado, Tango se acercó a ayudarme, "¡Por favor Tango!", le supliqué por ayuda, tomé más agua e intenté llevarla a mi culo, "Lo siento dentro de mí ", Tango ayudó a limpiarme, necesitaba borrar todo rastro de Jorge, metió sus dedos intentando hacer que toda la espesa semilla saliera de dentro de mí. 

Nos recostamos en la cama de heno, Tango me abrazó mientras yo lloraba pegado a su pecho, "Lo siento…", dije sollozando.

"¡No! No es tu culpa", intentó calmarme.

"Siento que mi primera vez no haya sido contigo…", confesé, de pronto sentí el arrepentimiento de haberme negado a Tango, y acabar siendo violado por el capataz. Esa noche lloré hasta quedar dormido en los brazos de Tango.

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