Mi Vida Ecuestre

By Hugo Dan

Published on Nov 2, 2021

Gay

Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.

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Mi vida ecuestre

Capítulo 16

Mi cuerpo estaba acostumbrado a no tener descanso que a pesar de haber caído en un sueño profundo mi mente no se relajó, estaba atado a un vagón enorme por mi arnés, por más que intentaba no movía el enorme armatoste, gritaba por el esfuerzo, no entendía porque pretendían que jalara eso yo solo si acostumbramos hacerlo ocho hombres juntos. De pronto un capataz se asomó desde arriba del vagón y comenzó a darme azotes, enseguida uno más y uno más hasta estar rodeado de cuidadores golpeándome con una fusta. Me dejé caer al suelo retrayendo piernas y brazos cuando me encontré en el establo, estaba oscuro y se notaba más lúgubre que de costumbre, entonces aparecieron los mustangs de pie alrededor mío, "Vamos volteate… levanta el culo… vamos… ábrete las nalgas…", decían con sus voces ásperas, siempre utilizando vocabulario incorrecto y malas palabras. Yo me negaba, decía que no una y otra vez, negaba con la cabeza cada vez más rápido, entonces sentí la mano de uno posarse en mi muslo y subir hasta mi cadera y deslizarse por mi cintura.

Desperté exaltado. "Disculpa. No quise asustarte", dijo Edward, su semblante serio me observaba, su cara cubierta de una barba cerrada castaña con tintes rubios y sus ojos verdes fijos en mí. Su mano seguía tocando mi piel, se había acercado a despertarme mientras yo tenía ese horrible sueño, "Anda, tenemos que ir con el médico".

Edward me guió fuera de la cabaña hacia el consultorio, me sorprendía que de pronto iba conociendo nuevas áreas, el Rancho debía ser enorme, y nos obligaban a trabajar y seguir expandiéndolo. La revisión fue como muchas que ya había tenido antes, solo que esa vez el médico hizo notar mi deterioro, el evidentemente cansancio, y las marcas en mi espalda. "Con una buena dieta y ejercicio podrá verse más presentable en un par de meses", dijo el médico que hacía anotaciones en su tabla, Edward permanecía de pie a un lado, "...veamos ahora…", dijo el médico que flexionando sus piernas se agachó a la altura de mi entrepierna, me había pedido me sentara en la mesa de exploración, y ahí estaba yo, desnudo con mis piernas ligeramente abiertas expuesto ante él. Acercó su mano a mi pene y lo agarró, mucho tiempo había pasado desde que otro hombre había agarrado mi verga, y me di cuenta que llevaba todos esos meses sin una erección, no que hubiera perdido la habilidad, no tenía ganas, la excitación se había esfumado de mi vida,  entonces al sentir su suave mano cubierta del guante de látex mi pene comenzó a reaccionar. El médico movía mi creciente miembro de un lado a otro, girandolo causando la reacción natural. 

En seguida el hombre se enfocó en mi prepucio, metió sus dos dedos pulgares dentro cuando todavía podía y pinchando con sus dedos índices lo extendió lo más que pudo, "Tiene buena elasticidad, pero flácido muy apenas logra cubrir el glande, se logra ver la punta, pero…", entonces lo jaló hacia abajo,  jalando hacia los extremos, haciendo que mi prepucio se extendiera al máximo, "ejercitándolo… colocándole unas pinzas con contrapesos haremos que se extienda más… un hombre no está completamente desnudo a menos que se exponga toda su virilidad… si quieres a este pony para eventos públicos, donde no solo acuden hombres, sino mujeres y niños también, un prepucio grande logrará cubrir el pene en su totalidad incluso en erección… eso si no quieres que use una jaula. "

Tragué saliva. ¿De qué estaban hablando? Yo estoy bien, no necesito que modifiquen nada de mí, pero sabía que no podía protestar. Entonces el doctor empezó a masajear mi verga, esta de inmediato se puso dura, el médico hacía parecer el acto completamente profesional y ético, ¿cuando un médico te ha hecho una puñera antes? Me apoyé con mis manos y comencé a gemir, "Sacaré una muestra de semen para analizar…", entonces su ritmo se aceleró al igual que mi respiración, llevaba tanto tiempo sin correrme que no tarde en lanzar mis chorros, el primero fue directo al suelo después de hacer un perfecto tiro parabólico en el aire. El hombre tomó un recipiente para muestra obteniendo los siguientes chorros que salían disparados a presión mientras mi cara se puso roja y apreté todos los músculos de mi cara tragándome un fuerte gemido.

"Ponte de pie en el suelo y volteate", el médico empujó mi espalda amablemente para reclinarme, mi verga colgaba todavía dura, la sentía palpitar queriendo más, no había tenido suficiente con esa puñeta. Entonces el hombre cubrió sus dedos con gel lubricante, tocó mi ano y no tuvo objeción de mi esfínter, "dices que estuvo con los mustangs, ¿cierto?".

"Así es…", contestó Edward.

"Este pony fue 'usado' hasta el cansancio…", suspiro, "No hay daño evidente, o si lo hubo sanó hace mucho tiempo que su intestino se acostumbró a estar recibiendo objetos a diario… ¿no es así…?"

"Champ, se llama Champ".

"¿No es así Champ?", no pude más que asentir, era verdad, "Bien, en este caso, solo el tiempo hará que tus esfínteres vuelvan a estar estrechos… te administrare un supositorio que ayudará a acelerar ese proceso", el médico sólo se retiró un momento y volvió para empujar el mencionado remedio, lo sentí adentrarse y empezar a disolverse, ya no sentía incomodidad al sentir un objeto ajeno a mi ahí adentro.

Después de la consulta me llevó a acicalarme, sentí la amabilidad de los esclavos domésticos, sus suaves manos recorriendo mi piel haciendo que volviera a tener una erección, noté como uno de ellos lamia sus labios al estar hincado frente a mí cortando mi vello púbico,  esquivaba mi falo tímidamente, y no que en verdad lo fuera pero ante la presencia de un capataz no podía propasarse, apreté los músculos de mi entrepierna haciendo que mi verga se moviera hacia arriba, lo miré fijamente mientras mordía su labio inferior, sonreímos complicemente. Salí de ahí sintiéndome renovado, me hicieron un corte mohicano corto, la franja en medio de mi cabeza de media pulgada con lo demás al ras, y mi piel suave por un aceite que me aplicaron. Edward me dio otro platón de comida que fui devorando de camino a mi nuevo hogar en aquella hilera de pequeños establos donde estuve recién había llegado al lugar, cama de heno en un establo individual con vista a través de una puerta de barrotes, me tiré a descansar lo que restó del día. A pesar de estar en otra prisión, me sentía liberado.

El entrenamiento comenzó a la mañana siguiente, Edward llegó al establo para sacarme de ahí, me dió un tazón de comida y caminamos al baño aquel que se encontraba al final de la construcción que era una hilera de hoyos en el suelo. Comencé con un circuito de trote, en un corral circular similar al que corría en el Rancho del señor Benjamín solo que ahora no me ataban a ningún poste, Edward sostenía del mango una fusta que poco utilizó conmigo, salvo las veces que del cansancio reducía el paso y él me hacía esforzarme más. Después vinieron los ejercicios de fuerza y calistenia para desarrollar mis músculos, en pocos días pude ganar condición, tal vez no aquella que tenía en mis días de cuarto de milla pero fui mejorando. Con el paso de los días, la relación entre mi cuidador y yo iba creciendo, no nos convertimos en amigos, era claro que Edward me veía como un animal doméstico, pero alcanzamos a intercambiar saludos y algunas frases. Me decía lo bien que lo hacía, y la mejoría que veía en mí, yo estaba de acuerdo, le hacía comentarios, incluso recomendaciones sobre qué ejercicios podría cambiar y mejorar. Al paso de las semanas lo noté un poco absorto, distraído, no hablábamos de otra cosa más que del rancho y el entrenamiento, entonces me atreví a preguntar, "¿Todo bien Edward? ¿Ocurre algo?", parte de mi inquietud era por saber que mi situación no iba a cambiar, él solo asintió, diciendo que todo estaba bien, pero era evidente que no, entonces me animé a preguntar, "¿Todo bien en casa?", recordé aquella foto en su cabaña de descanso, esa donde estaba retratado él con una mujer, "¿Tu esposa?", ya había visto el anillo en su dedo. En el momento me di cuenta que había sido un error, ya que Edward frunció el ceño lanzándome una mirada penetrante.

"¡No estés de holgazán! ¡corre!", fue lo único que dijo y después me dio un azote en el muslo con la fusta.

A pesar de ese traspié, mi cuidador ya tenía la confianza de dejarme solo por momentos, me dijo que se ocuparía así que debía terminar mi entrenamiento e ir a ducharme.

A los únicos que se les veía caminar solos por el lugar era a los esclavos, jóvenes delgados haciendo tareas, vistiendo únicamente un trapo atado a su cintura. "¿Y tu cuidador?", preguntó el chico al verme llegar a la ducha abierta con solo un piso de concreto con coladera, me encogí de hombros y dije, "Me envió a ducharme".

El joven esclavo comenzó a limpiar mi cuerpo, yo estaba de pie dejando el agua caer mientras el chico hacía espuma con sus delicadas manos. Sus delgados dedos recorrían cada comisura, su mirada era cautelosa, notaba sus ojos fijos en mí y a la vez volteaba para ver si alguien venía, entonces le tocó el turno de maniobrar mi verga, la sobó lentamente, prestando más atención de la habitual, entonces lo miré, sus ojos fijos en los míos, sus labios semiabiertos se leían fácilmente, "¿Por qué no te hincas…?", dije, el chico dudó y miró una vez más a los lados, entonces se puso de rodillas jalando lentamente mi pene que se había puesto duro. Lamió sus labios y tragó saliva, abrió su boca y engulló. 

Tremenda mamada que me dió, el joven esclavo sabía hacerlo, estaba entrenado para eso y lo disfrutaba, terminó con su trapo empapado, se notaba la silueta de la pequeña jaula con su pene cautivo dentro. La apretó con una mano y gimió, debía ser difícil vivir así, tener una erección y que el metal te impida crecer, que el placer sea doloroso.

Empecé a tener tiempo a solas, y me refiero a sin supervisión, Edward me encomendaba realizar mis ejercicios y él solo me veía en la mañana y al terminar la jornada para llevarme al establo, entonces vi ante mi una oportunidad, tenía una vida más tranquila, un pequeño establo sólo, la distracción del ejercicio, pero faltaba algo, esa fue la oportunidad que vi, estando a solas con los esclavos domésticos, los chicos estaban deseosos por disfrutar un buen rato, llevaban vidas de trabajo sin descanso, sirviendo en todos los sentidos a las personas que los sometian, hacían comentarios de lo bien que se sentía un pene grande y duro como el mio a comparación de los amigos del señor Pierce, se referían a ellos como flácidos, fofos, y la tortura que era fingir disfrutar con ellos. Aunque durante la ducha el esclavo en turno me hacía una mamada espectacular el verdadero deleite era durante mi acicalamiento, ahí se encargaban dos esclavos en el cuarto de baño que después de quitarme los vellos, hacerme mi corte y cubrirme de aceite, se ponían en cuatro para que diera rienda suelta a mi energía de semental. Agarraba sus angostas cinturas y embestía haciendo retumbar el eco de nuestros cuerpos chocando, mis bolas chocando con el vaivén para pasar de uno al otro que suplicaban porque los llenará con mi falo caliente. "Por favor, ¡ahora en mi!", eran las súplicas por venirme dentro de ellos.

Me sentía un macho alfa, no me limitaba a descargarme que si bien era mi cometido me preocupaba por su placer también, sabiendo que sus penes estaban enjaulados, sobaba sus cuerpos explorando sus zonas erógenas, aprendí a juguetear con sus pezones, a entender la importancia de interpretar sus gemidos, saber en qué punto estaba estimulando su punto G en lo más profundo de su culo para hacerlos venirse y hacerlos temblar mientras de sus jaulas escurría su espesa leche de esclavo. 

Una mañana que parecía como cualquier otra, desperté en mi cama de heno, estiré mis brazos, luego los flexione arqueando mi espalda mientras abría mi boca en un largo bostezo. Edward fue por mi, pero el día no sería igual a los anteriores.

Ya había comentado que no tenía manera de contar los días, ni saber que día de la semana era, y aunque en ese momento de mi vida podría haber preguntado a alguno de los esclavos domésticos que tenían la facilidad de ver algún reloj o calendario, preferia no hacerlo, que más daba saber si era un lunes o un viernes, mi rutina era la misma.

"Hoy es domingo… de carrera", me dijo Edward alzando el plato de comida. 

"Creí que ya no volvería a las carreras…", pregunté extrañado.

"Y no lo harás… hoy haré la primera prueba de mi proyecto… mientras la mayoría de los hombres amigos del señor Pierce están en el hipódromo, disfrutando de la carrera con una copa de vino y un cigarro. Tu estarás en el día de campo donde disfrutan el rato las esposas y los hijos…".

'¿Un día de campo?' Pensé, más no cuestioné a Edward, ¿Que iba a hacer yo en un día de campo con mujeres y niños? Entonces me miré, estaba desnudo, aunque ya estaba habituado a la desnudez y había estado en presencia de mujeres, ¿Sería apropiado?

Mientras caminaba hacia un rumbo nuevo, Edward me explicaba. "Bien Champ, debo decirte que confío en ti, por eso no llevé un entrenamiento más fuerte, de inicio buscaba un mustang al cual domaria con un entrenamiento duro que tu no necesitabas, de todos modos se tomarán las precaución que se consideraron pertinentes para la seguridad de los invitados…". Ese día , mi cuidador me llevó a tomar un baño primero, el cual no pude disfrutar como había estado habituado por su presencia, "Necesito que le apliquen un enema, no queremos que suelte porquerías entre los invitados", los dos esclavos me llevaron hacia los inodoros, donde unas mangueras salían de un costado, me introdujeron la delgada punta para después llenar mis intestinos, sentí la incomodidad un momento, para después dejar soltar todo en el excusado.

Después, Edward ordenó me colocaran 'el equipo'. Los dos esclavos me colocaron un arnés con tiras extra de cuero que abarcaba mi pecho y parte del abdomen, en mi cabeza de igual manera unas tiras que rodeaban mi frente y cara, con la visera lateral que me impedía ver más que al frente, como detalle vistoso arriba tenía dos pequeñas orejas que simulaban las de  un caballo y una crin larga. Uno de los esclavos me pidió que abriera la boca y me colocó la mordaza, la tira de cuero unida a la especie de máscara que llevaba puesta. Sino fuera poco, me colocaron una especia de guantes, pero no tenían dedos, debía meter la mano con el puño cerrado para después asegurarlas con grilletes.

"Tocate los pies Champ"  dijo Edward, recordaba esa orden de hacía mucho tiempo y sabía que tenía que ver con mi culo, lo hice. Entonces uno de los esclavos sacó una cola larga, del mismo tono que la crin que llevaba en la cabeza, en la punta, una pequeña bola metálica brillaba, eso iba a ir dentro de mí, recordé entonces la vez que vi a Luis, mi antiguo compañero cuando lo presentaron como corcel, llevaba el 'plug' pegado a sus nalgas y de igual manera lo harían conmigo. El joven esclavo se paró atrás de mí, "Lubriquenlo…", y sin más, uno de los esclavos hundió su cara en mi culo comenzando a lamerme, mientras el otro metió la bola en su boca para llenarla de saliva. Un momento después, salí de ahí vestido con mi atuendo para el picnic, una crin larga en mi cabeza y otra más en mi culo. 

El capataz me guió hacia un cobertizo donde había un vehículo pequeño de dos ruedas, igual a los que se usan para transportar turistas en ciertos lugares, carro de culi o rickshaw, son conocidos por distintos nombres, pero su finalidad es la misma, transportar a una o dos personas que van sentadas mientras una persona o un animal jala al frente. El vehículo era muy bonito, se notaba nuevo, juraría que yo seria el primero en utilizarlo.  Edward me unió a él por mi arnés,  y los grilletes en mis muñecas a los lados del carro. El cuidador unió una cuerda a mi collar con la que me iba a guiar, pero antes, debía prever una situación, así que le ordenó al esclavo. "Hazlo venirse, no me quiero arriesgar a que tenga una erección", el joven esclavo se acercó alcanzando mi verga y comenzó a masturbarme, mi verga se puso dura ante su tacto.  Al parecer Edward no tenía mucho tiempo así que le pidió fuera más rápido, pero eso no estaba funcionando para mi, que empecé a quejarme gimiendo con la mordaza en mi boca. "Haz algo… chupasela… no se…", al chico no le tuvo que repetir la orden que inmediatamente se hincó, yo estaba atado al coche y no podía moverme, el joven estaba unido a mi verga como sanguijuela, sentía su nariz tocando mi área púbica, gemi de placer, mis ojos se perdían ante las habilidades del esclavo, y entonces mordiendo la tira de cuero entre mis dientes, me descargué, respiraba fuertemente por la nariz, "Continúa… saca todo… no quiero que vaya a estar chorreando…", el chico no paró, a pesar de haber terminado ya, seguía succionado causandome un estremecimiento e hipersensibilidad en mi verga, no me podía quitar, y el seguía, intenté gritar, mis piernas temblaron y casi colapso ahí mismo, pero Edward dio la orden de que me dejara.

El área de picnic era una sección en el Rancho con pasto y un circuito que parecía era para bicicletas entre los árboles, en el área abierta había toldos con mesas de emparedados y postres, y ya había personas disfrutando del picnic en algunas mesas dispersas en el lugar.

Las mujeres llevaban vestidos a la rodilla con estampados florales, algunas portaban sombreros y guantes, había niños de muchas edades, pero todos bien vestidos, todos ahí denotaban a que clase social pertenecían. En cuanto aparecí algunos niños corrieron hacia mi gritando, "¡llegó el pony! ¡Mamá! ¡Llegó el pony!", me sorprendí ante la normalidad en la que me veían, estaban adoctrinandolos desde esa edad a creer que estaba bien tratar a otro ser humano de esa manera. Edward los detuvo antes de acercarse más, "Vamos niños, ¡cuidado! No se acerquen mucho, el pony los puede patear", advirtió como si estuviera en mi naturaleza querer golpear a un niño, quizás a un adulto, si, "¿Quien quiere un paseo?", todos gritaron con emoción, no les importaba que yo fuera un hombre desnudo atado a un carro, para ellos yo era una bestia de carga disponible a su servicio. 

Comprendí que aquel circuito que había visto no era para anda en bicicleta o caminar, era para mi, para llevar a los niños y las madres a dar un paseo por el jardín tan bien cuidado del señor Pierce, una amenidad más mientras los esposos ricos pasaban el día apostando y hablando de como ganar más millones mientras oprimían a alguien más cada día que pasaba. 

"¡Vamos! ¡Más rápido!", decían algunos niños, "¡mamá! Yo quiero conducir!", decía alguno en tono malcriado mientras avanzaba al paso que me indicaba Edward.

"¿Puede el niño llevar la rienda?"

"No puede permitirlo", decía Edward, "No queremos accidentes… pero…", el cuidador carcaga un latigo, era pequeño, no hacía el daño que uno de verdad y dandoselo al niño empezaba a golpearme, no me causaba daño, pero era molesto recibir el azote del juguete mientras el mocoso reía regocijandose. 

Cuando terminaron las vueltas, Edward me dejó descansar, si acaso a estar de pie atado al coche se le puede considerar descanso, entonces escuché una voz suave, "Puedo acercarme", no lograba ver por la visera.

"Tenga cuidado, tome distancia", dijo Edward.

"Lo haré, no se preocupe".

Frente a mi, se paró la figura de una mujer joven muy bella, la miré detenidamente unos segundos, quise recordar. En sus brazos cargaba un niño de poco más de un año, vestía elegantemente, su cara limpia, bien peinado, me miró también, no supe porque pero mi corazón se aceleró. El niño alzó su pequeña mano tratando de alcanzarme, la mujer avanzo lentamente. 

"Por favor…", pidió Edward.

"No se preocupe", dijo la mujer, que con cautela se acercó más, bajé mi cabeza para que estuviera tranquila, los diminutos dedos alcanzaron mi frente, el niño rió, fue el sonido más hermoso que jamás haya escuchado, levanté la cara y lo dejé juguetear tocando las tiras de cuero.

No podía dejar de mirarlo, dicen que "la sangre llama", y así fue.

"Comenzó a caminar de muy pequeño...", dijo la mujer, esa hermosa mujer que se acercó a mí hace mucho tiempo en una ceremonia, "...le gusta correr… creo que será un gran atleta cuando crezca."

Quise levantar los brazos para alcanzarlo pero los grilletes me lo impidieron. Restregué mi cara en las manos de mi hijo mientras él limpiaba las lágrimas que escurrian por las mejillas de su padre.

Next: Chapter 17


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