Mi Vida Ecuestre

By Hugo Dan

Published on Oct 19, 2021

Gay

Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.

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Mi vida ecuestre

Capítulo 4

"¡¿Qué está pasando aquí!?", gritó el señor Benjamín abriéndose paso al pequeño establo. Cerbero inmediatamente se echó para atrás al ver a su amo alzar la mano en la cual empuñaba una fusta, el hombre salvaje se retrajo y arrinconado se cubrió la cara, "¡Bestia! ¡¿Qué es lo que te he dicho?!", siguió vociferando sin control mientras no tenía reparo en golpearlo, "¡Eso no se hace!... ¡animal! ¡¿No puedes controlar tus instintos?!", el instrumento no era una fusta común, estaba dejando la piel marcada del pobre hombre, podía ver las líneas enrojecidas tornándose carmín brillante, estaba sangrando, "¡Ya veras! ¡No entiendes! ¡bruto!"

"¡No!", grité, y aunque Cerbero haya intentado violarme, no podía tolerar tal brutalidad contra él "¡Déjelo! ¡lo está lastimando!", Cerbero se quejaba y chillaba como cachorro, quizás bajo otra circunstancia hubiera estado de acuerdo en el castigo, pero viendo a un hombre musculoso que evidentemente podría imponerse ante su atacante estar bajo tal sumisión me quebró. 

Me levanté e intenté detenerlo, pero lo único que logré fue recibir dos golpes con la fusta. Me eché para atrás cubriéndome quejándome del dolor, el golpe ardía y sentía como punzaba hasta debajo de la piel, no me imaginaba lo que sentía Cerbero al seguir recibiendo tal castigo. "¡Por favor! ¡Señor!", grité lo más fuerte que pude con lágrimas cayendo por mis mejillas y mi voz quebrada.

Quizás eso hizo que el señor Benjamin se detuviera, estaba agitado, su cara que por lo general era pálida había enrojecido por el enojo. Su respiración era profunda y fuerte como bufidos, hasta después de un momento habló, "¡Fuera!", le ordenó a Cerbero, quien agazapado y con miedo se escurrió por la orilla del establo hasta salir a gran velocidad, "Y tu…", me apuntó con la fusta y pensé que me daría otro golpe y al igual que el otro hombre me pegué a la pared y cubrí mi rostro, "No me importa que es lo que te gusta… pero eres mi propiedad y no puedo arriesgar a que te lastimen y retrasar el trabajo…",  después de eso salió del establo cerrando fuertemente la puerta. 

Me quedé en el suelo sollozando, ¿Por qué tenía que vivir eso? Sentí desolación al saber que únicamente interrumpió el ataque porque podía herirme y el tiempo de recuperación interrumpiría sus planes.

Unos minutos después volvió y me quitó la cadena del collar. Se sentía un ambiente tenso y aguanté las lágrimas por un momento, estaba de pie fuera del establo  "No soy su propiedad…", no pude evitar decirlo aunque se quebrara mi voz.

"Lo eres si yo lo digo"

"No… no lo soy… nunca lo seré…", mis ojos se llenaron de lagrimas, "Es inhumano lo que nos está haciendo…", apreté los labios, "Cuando me rescaten…"

"¿Y quien te va a rescatar?", dijo con burla, "¿Tus padres?... ¡oh no! No los tienes… ¿tu tío? ¿Aquel que no se preocupa por ti y no atiende a tus competencias o cualquier otra actividad?", el señor Benjamín se paró frente a mí esbozando una sonrisa, "¿O hablas de tu entrenador? Ese que sólo te entrena por lástima y tuvo la ingenuidad de contarme todo sobre ti cuando vio la oportunidad de deshacerse de ti."

"¡No es cierto!", las lágrimas comenzaron a brotar, quise negarlo pero había algo de verdad en ello.

"¿Ah no? ¿Entonces por qué te cedió tan fácilmente a mi? Pensó que era una manera fácil para librarse de alguien que no le puede dar un trofeo de primer lugar…"

Me mantuve con la frente en alto y limpié mis lágrimas con la mano, no debía saber que me estaba llegando a lo más profundo.

"Es un sádico… la forma en que trata a Cerbero…", tal vez el mayor miedo que crecía en mí era llegar a convertirme también en una bestia obediente ante la brutalidad del señor Benjamín. 

"¿Pensarías eso si te hubiera herido?... ¿si tuvieras en este momento tus intestinos desgarrados?... ¿si estuvieras cagando sangre sin parar por heridas internas?", preferí callar y así parar el llanto.

Cerbero no nos acompañó esa mañana, mientras quitaba hierba y removía piedras del próximo sendero me preguntaba qué le habría hecho el maldito. Sentí compasión, no era más que una víctima más de nuestro captor, el solo seguía órdenes porque así había sido condicionado, ¿Cuál sería su amarga historia? A pesar de nunca charlar con el señor Benjamín, el silencio entre los dos al supervisar mi trabajo era incómodo. 

"Él no te habría lastimado", dijo rompiendo el silencio.

"¿Tan seguro está? ¿Por qué? ¿Por qué lo habría golpeado mucho más? Hasta matarlo".

"Porque no puede…", me detuve a contestar por no comprender, yo había visto la lascividad con la que me miraba Cerbero, había visto sus erecciones, incluso lo vi correrse sin siquiera tocarse, ¡claro que puede!, "Esta… imposibilitado… digamos que para lograr sentir el placer tendría que sufrir un gran dolor a la vez".

"¿Que quiere decir con eso?", pregunté genuinamente intrigado.

"Cuando recién tuve a Cerbero y lo estaba entrenando, su pene constantemente se interponía, el hombre tenía un miembro en verdad grande, y no me gustaba la estética de mi nueva mascota con tal cosa colgando entre sus piernas, especialmente porque regularmente estaba excitado y su erección rozaba el suelo cuando estaba de cuclillas. Así que al tiempo lo arreglé…", ante la revelación, mi boca estaba abierta impresionado.

"¡¿Lo mutiló?!", pregunté asombrado, sentí una rabia efervescente, como es que alguien decide hacer eso con otra persona, tan solo el estar sometido de esta manera es indignante, que alguien decida modificar tu cuerpo es enfermizo.

"¡Oh no! ¡Por supuesto que no! Eso hubiera sido costoso… quirófano, honorarios médicos, etcétera… simplemente lo lleve a un veterinario amigo mío, le hizo unas puntadas dentro del cuerpo cavernoso del miembro para no permitir creciera tanto durante la erección, y como el hilo quirúrgico se puede absorver con el tiempo, mi amigo me ofreció una alternativa poco convencional y utilizar un delgado alambre de acero quirúrgico", en ese momento yo cargaba una piedra grande la cual debía quitar del camino y la apreté fuerte con las manos, me pasó por la mente arrojarsela a la cabeza y así terminar con esto de una vez, "el único inconveniente, para Cerbero, no para mi, es que si su pene recibe presión alguna, digamos durante la penetracion, los alambres se encajarian dentro de él, y… asumiendo que tu culo es virgen… seria muy doloroso…"

"Usted está enfermo", lo miré con desprecio, quizás notó las intenciones gestándose en mi cabeza que dio algunas palmadas en su mano con la fusta, arrojé la piedra a un lado y continué mi trabajo.

En la tarde durante mi entrenamiento, el señor Benjamín me hizo correr en círculos nuevamente, pero a mitad de la rutina me ordenó me detuviera, enseguida apuntó con su mano a una viga de madera en el suelo, "cargala", me dijo, "ponla sobre tus hombros", la viga de madera era cilíndrica y gruesa, con esfuerzo lo hice, estaba muy pesada, la sostuve sobre mis hombros ayudándome con mis manos, el hombre me hizo caminar cargando eso una y otra vez bajó el sol de la tarde, de mi cuerpo escurría sudor, mis músculos tensos tratando de sostenerme junto aquella viga, gruñia para soportar, escupía saliva con cada grito de esfuerzo hasta que me indicó era suficiente. Dejé caer el cilindro de madera y me dejé caer de rodillas, tenía entumida la parte del cuello y los hombros.

Después de eso me guió al bebedero, un contenedor largo donde se acostumbra ver tomar agua al ganado, me hinqué y bebí sorbos con mi mano. Fue entonces que sentí la presencia de alguien más a mi lado, era Cerbero, se notaba desmoralizado, pero lo peor, fue que en su cara traía un bozal. Vi como a pesar de tener gran parte de su boca obstruida, hundió su cara en el bebedero para poder tomar un poco. Su espalda y brazos estaban marcados por las heridas, sentí tristeza por él. 

"¿Era eso necesario?", pregunté al hombre. Mi semblante era de indignación. 

"No lo se… dímelo tú… al parecer hoy tienes mucho que decir, y las decisiones aquí las tomo yo…", dijo nuevamente palpando su arma en la palma de su mano, "Muy bien", dijo al verme sin protestar más, "Vayan al arroyo y tomen su baño", lo miré incrédulo.

"¿Nosotros?... ¿solos?"

"Si", contestó el señor Benjamín, "Ya es tiempo que vayas aprendiendo a obedecer sin que este yo supervisando"

No lo podía creer. ¿En verdad él se quedaría mientras nosotros nos alejabamos del lugar? Aunque tenía muchas dudas, vi ahí una oportunidad para huir, caminé junto a Cerbero rumbo al arroyo por la vieja ruta rápida. Había notado que Cerbero podía andar erguido como el hombre que era, pero al estar en presencia del señor Benjamín siempre estaba en cuclillas, siempre debajo de él en sumisión, pero el día de su castigo, avanzaba en cuatro, más agazapado de lo habitual.

"Puedes caminar derecho… cuando estés conmigo…", le dije, pero siguió avanzando. Cuando estuve a una distancia considerable, volteé para ver si no nos seguía, "Cerbero… huyamos… ¡Anda! Hay que escapar, ¡vamos!", tan solo avancé unos pasos en otra dirección, el hombre se interpuso rápidamente, su velludo y musculoso cuerpo evitando caminara en otra dirección, "¡Por favor! ¡Huyamos!", le supliqué, pero continuó en su postura. Continuamos nuestro camino al arroyo y esa vez no corrió a chapotear, simplemente se quedó sentado cerca de la orilla donde el agua cubria apenas hasta su ombligo. Tomé mi tiempo para limpiarme, quité la suciedad y sobé mis hombros con cuidado, sentía el ardor de haber cargado el tronco de madera. 

Cuando terminé, miré a mi alrededor, una calma total entre la naturaleza, el sonido relajante del agua mezclado con el del follaje de los árboles movido por el viento. Podría cruzar el río y caminar en aquella dirección, podría intentar correr entre los árboles y dejar atrás a Cerbero, quizá no daría resultado pero habría hecho el intento. En lugar de eso, caminé hacia el hombre que plácidamente descansaba a la orilla e hice lo mismo a su lado. Después de unos minutos en silencio suspiré. "Es un lugar bonito", dije tratando de amenizar el momento, "me gusta mucho la naturaleza, acostumbro hacer un poco de senderismo cuando no estoy entrenando para alguna competencia", continué, "...deberías meterte al agua…", le hice notar, "no querrás que el señor Benjamin te golpeé de nuevo por regresar sucio". Fue entonces que obtuve por primera vez una reacción, el hombre que creía salvaje giró su cabeza y apuntando con su nariz a las marcas en su brazo hizo un leve sonido, para después tratar de mirar hacia su espalda, "No lo haces porque te va a doler", dije mirando las marcas que a lo largo de su ancha espalda estaban pintadas de rojo y tierra, "Si no las limpias se pueden infectar".

Al no ver otra reacción, tomé un poco de agua con mi mano y delicadamente deje caer gotas sobre su brazo, solo fijó su vista en lo que hacía, con cuidado volví a hacerlo pero esa vez delicadamente posé mi mano en su piel, Cerbero se estremeció, "Lo haré con cuidado…", Y así comencé a limpiar sus heridas.

Cerbero debía estar en sus treintas, a pesar de sus rasgos toscos y aspecto desprolijo, viéndolo con detenimiento era un hombre común y corriente, con un cuerpo musculoso impresionante. Me inque detrás de él para lavar su espalda, me costó un poco más de tiempo recorrer la amplitud ya que las heridas eran más grandes. 

"Mete la cabeza al agua", le pedí porque no podría ayudarlo con el bozal puesto, sin dudarlo obedeció, salió dando una bocanada de aire y el agua escurría, me senté a su lado nuevamente y comencé a lavar su pecho, el hombre se reclinó hacia atrás recargandose con sus manos en el suelo dándome cancha para maniobrar, mis manos recorrían su fuerte pecho, mis dedos danzaron con su vello corporal mientras de vez en vez se topaban con sus duros pezones. Me dirigí a su abdomen, que estaba duro como roca, y entonces me detuve, pensé en lo que me había confesado el señor Benjamín, que maldad le habían hecho al pobre hombre, sí, lo que nos estaban haciendo era inhumano, pero aceptemos que meterse con algo tan importante e íntimo como el miembro de un hombre, nos pueden privar de cualquier cosa, pero ¿nuestra capacidad de tener placer? Maldad pura. 

Pensé en ese momento que mi escape de ahí debía ser con él, era lo humanamente obvio, debía tener salvación, luego pensé que podía ayudarlo, aunque fuera en ese momento a sobrellevar un poco la situación, el señor Benjamín dijo que una fuerte presión podía lastimarlo, pero que tal si lo hacía suavemente. 

Tomé la mano de Cerbero y la moví lentamente a su entrepierna, el hombre me miró inexpresivo, miré alrededor, curiosamente buscando no tener la mirada de alguien al acercarme tanto a tocar el pene de otro hombre, me considero heterosexual, nunca había tenido tal acercamiento con otro hombre, ni por curiosidad. Sin más, agarré su miembro, se sentía grueso a pesar de estar flácido y ayudé a ponerlo en su mano, después ayudándolo a realizar el movimiento noté que estaba funcionando, Cerbero dió unos gemiditos, y su verga fue creciendo, comencé a retirar mi mano lentamente fue entonces que debió dar un leve apretón que lo hizo quejarse dando un chillido.

"De acuerdo! De acuerdo!", lo calmé poniendo mis manos sobre su pecho. Inhale y exhale para pensar un momento, entonces sumergi mi mano en el agua, alcancé el pene de Cerbero y lo rodee delicadamente con mis dedos. Un momento después inicié una leve caricia, estaba funcionando, el miembro comenzó a hincharse hasta tomar su forma rígida, estaba duro, con mis dedos sentí los relieves, no solo sus venas sino también esos pliegues que de seguro eran por no poder tomar su forma completa. Cerbero comenzó a gemir despacio, seguí el masaje lento, simplemente mi mano rozando su piel, mis dedos acariciando su glande que estaba grande como una ciruela. Me tomó algo de tiempo lograr llevarlo al clímax, pero cuando lo hizo, el hombre abrió su boca jadeando y sus ojos casi se ponen en blanco, su semen salió a chorros debajo del agua cristalina, sonreí, lo había logrado, ¡pude ayudarlo! Cerbero quedó tirado sobre la graba en la orilla, debía estar muy contento, fue entonces que noté mi propia erección, me sentí confundido, pero después recordé no había podido descargarme, el sueño que tuve, luego desperté y…

Bajé mi mano y tomé mi verga, noté la diferencia en grosores, y agradeci no pasar por lo mismo que mi compañero, a pesar de haber tenido un día pesado y con el tiempo que pasé masturbando a Cerbero y tener el brazo cansado, me dispuse yo también a hacer algo al respecto, solo que yo lo hice con más agilidad, recorría con mi mano toda mi extensión ligeramente curveada hacia arriba, fue una puñeta salvaje como hacia muchos años no me hacía, aquellas que me hacía en el baño de la casa rápidamente para no levantar sospechas, esas que te hacen morder tu labio para no gemir fuerte y delatarte, pero ahí me encontraba lejos de cualquier otra persona, así que desaté mis impulsos, el agua chapoteaba con el vaivén de mi mano,  jadeaba con fuerza hasta que con un resonante gemido me vine. 

Descancé un poco recostado en el suelo húmedo, hasta que no supe cuanto tiempo había pasado, el señor Benjamín estaría esperando y temí por alguna represalia, cuando me levanté, Cerbero estaba de cuclillas esperando, caminamos de regreso uno al lado del otro, sentí su cercanía pero ya no me sentía incómodo, habíamos creado un lazo, eramos compañeros prisioneros. En un punto, el hombre acercó su cabeza a mi pierna, sentí el roce de su cabello, bajé la mano y acaricié tejiendo mis dedos en su pelo ondulado.

Pasaron los días, y desearía poder decir que todo terminó pronto, que el señor Benjamin recapacitó y me liberó o que todo había sido una pesada broma o no se, por mi mente pasaron infinidad de posibilidades, pero no fue así, y no sólo días pasaron, sino semanas. Empecé a notar cambios notables en mi cuerpo, mi pecho se ensanchaba al igual que mi espalda por el trabajo duro, mis abdominales casi cincelados asi como mis oblicuos, mis piernas que siempre estuvieron tonificadas se marcaron aun más y mis muslos crecieron al igual que mis glúteos se redondearon aún más.

El nuevo sendero al arroyo tomó más tiempo de lo que esperaba, algunos días el señor Benjamín requería realizará otras actividades o me ordenaba rehacer algún tramo que no le parecía adecuado. En cuanto a Cerbero, quisiera decir que lo que teníamos era una estrecha amistad, tan estrecha que todas las tardes durante nuestro baño el hombre se sentaba a la orilla a esperar que yo llegara a masturbarlo, como el señor Benjamín dejó de acompañarnos éramos libres de hacer ahí lo que quisiéramos, la rutina se volvió así, nos lavabamos la suciedad del día para después sentarme a su lado a masajear lentamente su verga. Después de asistirlo y con mi brazo cansado, yo me jalaba la verga, muchas veces con fuerza y rapidez por la tardanza que tenía con Cerbero.

Quizás solo una semana trajo el bozal antes de que se lo quitaran, una tarde mientras masturbaba a Cerbero miré su cara, sus rasgos eran fuertes, varoniles, su barba era tupida y aunque el señor Benjamín se la recortaba no la tenía cuidada. Tuvimos un momento en que nos miramos a los ojos, no había notado que los suyos eran miel, los míos café claro. Entonces, el hombre inclinándose hacia mi, sacó su lengua y lamio mi mejilla.

Yo sonreí por la inocencia del acto, debió hacerlo por gratitud, por la relación de amistad y compañerismo que habíamos formado, entonces toqué su cara con mi mano, acaricié su barba y el restregó su rostro, no se que me llevó a hacerlo, pero me incliné yo también uniendo mis labios a los suyos. Los despegue despacio, nuestra mirada seguía unida, mi mano bajó por su rostro hasta llegar al cuello, me extrañó la sensación al tacto y observé con detenimiento, tenía dos marcas verticales a lo largo de su cuello, "¿Eso te hicieron?", pregunté, pensé en ese instante en la historia acerca de su pene y del veterinario amigo del señor Benjamín, "¿Te hicieron algo para no poder hablar?", abracé a Cerbero, lo tomé entre mis brazos sentía pena por él, quise llorar pero el enojo era más.

De regreso a la casa, el hombre caminaba a mi lado, ya habíamos creado esa confianza y lo había hecho entender que no estaba por debajo de mi, así que podía estar erguido conmigo. Cuando por fin llegamos, el señor Benjamín nos esperaba, Cerbero de inmediato adoptó su postura en cuclillas y yo perdí la sonrisa que llevaba, entonces nos anunció.

"Mañana tendremos visita".

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